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Eixample a dos velocidades

Es el momento de analizar los resultados de ‘superilles’ y ejes verdes sin prejuicios y analizados los datos

Aragó, Pau Claris y València, las calles con más contaminación, ruido y siniestros de Barcelona

El comercio teme que los ejes verdes gentrifiquen al 'botiguer' de Barcelona de toda la vida

La calle de Consell de Cent, en su intersección con Enric Granados.

La calle de Consell de Cent, en su intersección con Enric Granados. / JORDI OTIX

El impacto de la primera superilla propiamente dicha en el Eixample (la de Sant Antoni) y de ejes verdes como los de Consell de Cent y Girona ya puede empezar a analizarse a través de sensaciones reales y, lo que es más relevante, de datos, y no solo de prejuicios inmovilistas o aspiraciones voluntaristas. Es lo que pretende hacer el proyecto de investigación Transequi, del departamento de Geografía de la Universitat Autònoma de Barcelona, que aspira a analizar «las implicaciones de las actuaciones de pacificación del tráfico sobre la equidad intervecinal». Es decir, hasta qué punto los beneficiarios (o perjudicados) de las transformaciones urbanas puntuales son solo los vecinos y comerciantes de las calles objeto estas intervenciones, o lo son el conjunto de la ciudad, o por lo menos del distrito afectado.

La pacificación de unas calles determinadas y no otras, y a notable distancia entre sí, es la primera característica que aconseja hablar más bien de ejes verdes que de superilles. La primera pregunta a hacerse (si estas pacificaciones simplemente trasladan ruido, contaminación y siniestralidad a otras calles sin que el balance global cambie) no tiene aún una respuesta clara. Los datos sobre ruido que han podido ser cotejados en este estudio acaban en 2017, mientras que los de contaminación llegan hasta 2022 y los de accidentes están actualizados hasta 2023. Teniendo en cuenta que no se ha actuado apenas (salvo reducciones de carriles para carriles bici o bus), o aún no se había hecho cuando se recogieron los datos, en las calles que salen peor paradas en el ránking combinado de ruido/contaminación/accidentes (Aragó/València/Pau Claris), el resultado es el que sería de esperar. Mientras las vías sobre las que se intervienen se convierten en oasis, estas calles siguen rugiendo. Y parece que seguirá siendo así mientras las pacificaciones sigan siendo actuaciones parciales, y no una transformación general de la trama del Eixample, disuasoria para el uso masivo del vehículo privado como planteaba la filosofía inicial del proyecto superilles, que aspiraba a crear hasta 500 de ellas.

Pero mientras este horizonte no parece tener suficientes defensores y ni está ni se le espera, la pacificación de calles convertidas en refugios para el paseante parece que tendrá más camino que recorrer una vez normalizada y asimilada la experiencia de Consell de Cent. ¿Pero quiénes son los beneficiarios de esos remansos? Responder a esta pregunta es otro de los objetivos del estudio del que hablamos. Y de momento, quienes viven o trabajan en ellos, comerciantes y vecinos, parecen tener opiniones contrapuestas. Frente a un Eixample notablemente homogéneo, con la excepción de los ejes de paseo de Gràcia/Rambla de Catalunya y Diagonal, la impresión de los entrevistados por los investigadores apunta a un modelo bien conocido, y similar al de muchos barrios organizados en torno a una rambla, calle mayor o isla peatonal. Un eje comercial y de paso celebrado y frecuentado también por los vecinos que viven a varias calles de distancia, pero que absorbe actividad comercial del entorno, con ganadores y perdedores. Quienes viven en barrios o ciudades con este tipo de estructura saben que son un elemento de calidad urbana. Pero también que la mejora ambiental de la ciudad depende de cambios más profundos y generales, no solo de la apertura de vías peatonales por bienvenidas que sean.