Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Puigdemont y el enigma de Junts
Junts solo puede aspirar a ganar las elecciones con Puigdemont al frente pero a su vez su agenda personal constituye la principal amenaza para su consolidación como proyecto político
Los resultados de las elecciones generales de julio de 2023 han dado lugar a la inmensa contradicción de que Junts, a pesar de haber obtenido los peores resultados de su historia en ese tipo de comicios, se haya convertido, eso sí, no en exclusiva, en una fuerza imprescindible para lograr una nueva investidura de Pedro Sánchez y garantizar la gobernabilidad.
Y eso que de entrada parecía muy improbable que el PSOE, hasta entonces totalmente contrario a la amnistía y al relato político que de ella se deriva, aceptase las condiciones de Junts pero acabó sucumbiendo y, tratando de hacer de la necesidad virtud, asumiendo la amnistía y alabando sus bondades. Como también era poco probable que Junts se autoinfringiese una enmienda a la totalidad abandonado la estrategia de la ‘confrontación inteligente’ (sic) para subirse al carro del diálogo que ERC llevaba toda la legislatura defendiendo y que ella tanto había criticando.
El resultado del súbito cambio de posición de ambos partidos ha permitido a Sánchez seguir gobernando y a Junts recuperar el protagonismo perdido tras los malos resultados de las elecciones generales de 2019 y desde su salida del gobierno catalán en octubre de 2022. Pero también, y como consecuencia de la inesperada convocatoria electoral avanzada en Catalunya, ha hecho posible que un Carles Puigdemont en horas bajas recuperase la iniciativa y se haya erijido nuevamente en candidato a la presidencia de la Generalitat y que alimente la expectativa, esta vez fundada gracias a la ley de amnistía, del retorno del presidente legítimo.
No en vano y dado que la ley puede estar aprobada a finales de mayo, Puigdemont, que se ha instalado en el sur de Francia desde donde tratará de hacer una campaña lo más convencional posible, ya ha anunciado su intención de regresar a suelo español para el debate de investidura. Eso si no opta por adelantarlo y dar un golpe de efecto en la recta final de la campaña en caso de que las encuestas no le sean lo suficientemente propicias.
Puigdemont se presenta para tratar de ser presidente y si no lo consigue ha avanzado que se retirará de la política. Sin embargo como aspirante a presidente no tiene más programa que ser presidente. En la primera entrevista radiofónica realizada desde que se oficializase su candidatura sólo habló de él. No tiene programa. Se presenta solo para resarcirse, no porque tenga un proyecto para Catalunya y hasta se ha permitido afirmar que no se presenta para gestionar la autonomía. ¿Entonces para qué lo hace? ¿Para volver a empezar? ¿Para ganar a ERC? ¿Para recuperar el gobierno para los suyos?
Junts solo puede aspirar a ganar las elecciones con Puigdemont al frente pero a su vez la agenda personal de Puigdemont constituye la principal amenaza para su consolidación como proyecto político. Esto es lo que les sucede a las formaciones surgidas al calor de un liderazgo carismático, en este caso un carisma de situación según el término acuñado por Robert Tucker en su Teoría sobre el liderazgo carismático. Por ello, quizás lo que a medio plazo más le convenga a Junts es que el expresidente no gane, cumpla su promesa y se vaya. Porque hasta que Puigdemont no desaparezca del tablero político Junts no será un partido sino un instrumento a su servicio.
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