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Emma Riverola

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Escritora

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Un columpio de duelo

Esta es la ruta de siete ausencias. Siete vidas detenidas abruptamente este año. En solo tres meses y medio, cuatro hombres han matado a sus hijos

Unos columpios sin niños.

Unos columpios sin niños.

Es difícil saberlo. No hay datos. De eso, no hay datos. ¿Pero qué hijo no estira del brazo del padre o de la madre ante un columpio? Vamos, un poquito, dice el niño. Un poquito que querría eterno. Insisto, en la información difundida no figura si lo visitaban o no, con cuánta frecuencia lo hacían, menos aún el rato que pasaban arriba y abajo. Ahora, miro al cielo; ahora, el suelo y, entre medio, el mundo. Nada de esto aparece publicado.

En la zona alta de Horta, muy cerca de la casa de Xavi y Noa, está el Parc Central de Nou Barris. Es grande, con varias zonas de juego. Por haber, incluso hay un lago. Y columpios, claro. La estructura es de madera. Es curioso, en mi imagen mental los columpios siempre son de metal, muy altos y pintados de colores vivos. Supongo que es mi mirada de niña, empeñada en prevalecer. Pero no, ahora son de madera. En este recorrido que inicio ahora, todos lo son. De los columpios del parque de Nou Barris, me quedo con uno, el más austero. Con siete años, Noa quizá escogería este para no coincidir con los niños más pequeños. Imagino sus pies apoyados en el suelo y dándose impulso. ¡Vamos a volar!

Abla es una pequeña población de Almería. Casas encaladas, calles sinuosas, escaleras empinadas y las cumbres de Sierra Nevada en el horizonte. El parque infantil está muy cerca de la carretera. Es pequeño, colorido. Ideal para Larisa y Elisa, de dos y cuatro años. ¡Mamá, empújame más fuerte! Un vértice de la estructura es rojo. El otro, azul. La dirección: avenida de los Santos Mártires.

Bellcaire d’Empordà es un pueblo aún más pequeño, no llega a mil habitantes. Pero es un pueblo con castillo, un imponente castillo, y eso lo hace inmenso. El parque infantil se encuentra al final de calle Major, ya tocando la carretera. El columpio tiene los vértices morados y dos asientos, uno de ellos para bebé. Este queda descartado, a los niños de cinco años como Ajax les toca el tradicional. El paisaje es sereno desde ese columpio. Parece anclado en la placidez del tiempo. Pero, a veces, solo a veces, el eco del castillo se impone, con sus historias de dominio y pérdida, de metal y sangre

El recorrido se detiene en El Prat de Llobregat. Hay un parque apenas a tres minutos caminando desde la casa de Yago y María. En realidad, el recinto infantil ya no es para ellos. Un cartel a la entrada lo limita a niños y niñas de 2 a 6 años. ¿Pero qué crío de ocho años no se anima, a veces, a subirse a un columpio? La estructura es sobria, parecida a la del parque de Nou Barris. Aunque los colores importan poco. Aupado en uno, el niño ni siquiera piensa en su forma. Solo cree que, por unos instantes, es dueño de sus movimientos.

Esta ruta ha recorrido 1.880 km. Es la ruta de siete ausencias. Siete vidas detenidas abruptamente este año. En solo tres meses y medio, cuatro hombres han matado a sus hijos. Cuesta imaginarlo. Aún más, pensar que, en este momento, más de una madre teme por la vida de su hijo. Mira al cielo, mira al suelo y, en medio, el horror. Qué triste, qué triste, un columpio de duelo. 

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