Medio ambiente
Alejandro Ovejero Scaglia

Alejandro Ovejero Scaglia

Licenciado en pedagogía y Educador social. Miembro de Airenet

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Zona de sacrificio

Como si de una línea genética se tratara, determinados territorios soportan una importante contaminación del aire, como es el caso de la incineradora Tersa

Las centrales de ciclo combinado de Endesa y Naturgy y la incineradora de Tersa, en Sant Adrià de Besòs.

Las centrales de ciclo combinado de Endesa y Naturgy y la incineradora de Tersa, en Sant Adrià de Besòs. / JORDI OTIX

La realidad de lo que podemos observar en la zona de la desembocadura del río Besòs, como en otros entornos de las áreas metropolitanas de grandes ciudades, está conformado por un cruce de realidades que hacen que la vida de sus vecinas y vecinos no sea la de una apacible relación con la naturaleza. Las zonas exteriores de las metrópolis históricamente se fueron configurando como zonas industriales. Específicamente, la cuenca del Besòs y, especialmente su desembocadura, se han convertido en una mezcla de polo de desarrollo industrial y a la vez, lo que llamamos «el trastero» de la gran ciudad, Barcelona. Todo esto promovido por el desarrollismo de las décadas de la posguerra.

En este entorno, antes una tranquila ribera de álamos que hacía las veces de sitio de descanso de muchos barceloneses, en el cual Idelfons Cerdà había soñado un gran parque metropolitano, todo cambió de golpe. Hoy, la zona que antes recibió una gran presión industrial ahora recibe una gran presión inmobiliaria. Los pocos espacios para nuevas construcciones están en esta zona. Como ejemplo podemos observar el rápido desarrollo del Barrio de la Catalana o el conflicto entre vecinos y administración por el futuro del frente marítimo en el entorno de Las Tres Xemeneies. 

Actualmente, siguen conviviendo en este espacio industrias contaminantes y rezagos de otras que han dejado una herencia tóxica en los suelos. Cuando miramos desde fuera esta realidad no podemos dejar de pensar en el concepto «zona de sacrificio». En pleno siglo XXI parece un concepto anacrónico, pero es actual. Son aquellas zonas que, por organización territorial y urbana siguen siendo, como si de una línea genética se tratara, zonas que soportan una importante contaminación del aire, tal es el caso de la incineradora Tersa, que ha sido llevado a juicio por delito ecológico por la asociación Airenet. 

Las personas que viven en estos entornos muchas veces no conocen qué es lo que sucede con las industrias con las que conviven. Viven en una ignorancia, no como cualidad personal, sino como marco que se ha ido generando desde las administraciones públicas y desde la industria. Algunos expertos han estudiado cómo la ignorancia se puede construir desde explicaciones sedantes y tranquilizadoras. La construcción de la ignorancia medioambiental es un constructo muy presente en nuestros días, y que podríamos aparejar con el lavado de imagen de muchas empresas potencialmente contaminantes a través de donaciones a instituciones, clubes deportivos, o auspiciando actividades en pro de la naturaleza. La generación del no-conocimiento ayuda a no tener una visión crítica sobre la gestión industrial, y más cuando la queremos relacionar con temas de salud o medioambiente. 

Sumado a esto, debemos considerar que los medios económicos que estas empresas tienen para realizar estudios que pueden tener un sesgo a su favor es inmensamente superior a lo que las vecinas y vecinos de estos entornos pueden llegar a soñar. 

En definitiva, vivir en una zona de sacrificio no es una condena, es una oportunidad para pedir que se haga justicia social y, por ende, justicia medioambiental. Solo el empoderamiento de las personas llevará a la administración como ente de control a ejercer un verdadero papel en la lucha por la calidad de vida de sus ciudadanos. Mientras tanto, las empresas hacen su negocio sacrificando su entorno.

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