Escritora
Emma Riverola
Escritora
Si no estamos todos, no hay fiesta
Una alcaldesa cuyo nombre no recuerdo ha vetado el cartel de la fiesta mayor que había sido aprobado siguiendo el protocolo previsto
Un jolgorio de música y color. ¡Brazos arriba que estamos bailando! Y ahí está el patrón de la villa y el gallo que aparece en su escudo, los ‘gegants’ y los ‘diables’, la que toca el clarinete y el que le da al tambor, la niña con coleta y el chico con gorra, el señor con barretina y el que tiene pinta de motero, la señora con gafotas y la que luce melenón y, riendo, también con el brazo en alto, una chica con pañuelo. De repente, algo pasa. Unos matones irrumpen en la fiesta. ¡Que pare la música y el baile! Que se detenga la parranda. Las risas se congelan y el miedo aparece en las miradas. Los bravucones vienen a por alguien. Se abren paso con fanfarronería. Algo les molesta. ¿La barretina? ¿El clarinete? ¿Los ‘diables’? Dicen que alguien sobra en esa fiesta. Quieren expulsarlo y que todo el pueblo lo vea. Ahí está. ¡A por ella!
Una alcaldesa cuyo nombre no recuerdo ha vetado el cartel de la fiesta mayor que había sido aprobado siguiendo el protocolo previsto. En él se mostraba una multitud de personajes disfrutando de la fiesta. La obra es de Ivonne Navarro, una ilustradora cuyo nombre sí vale la pena recordar. Nacida en Barberà del Vallès (Barcelona), en 1989, estudió Bellas Artes en la Universitat de Barcelona y completó su formación en Lisboa. Un buen día, celebró el triunfo de su cartel. Había sido seleccionado por votación popular y elegido por un jurado de “profesionales de artes gráficas”. Un mal día, recibió la llamada de la innombrable para que borrara a la chica del pañuelo, dijo que no quería normalizar el velo porque es misógino. El mismo argumento que utiliza la extrema derecha en todo el mundo: un uso perverso del feminismo para enmascarar el racismo. Probablemente, Navarro necesitó unos segundos para procesar la petición. No estaba preparada para ver su cartel pisoteado por la bota ultra. Entonces, pensó en su obra: un canto a la diversidad. Y supo cuál era su deber: plantar cara a los matones. Porque, si no hay sitio para todos, no hay fiesta.
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