Partidos políticos
Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

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¿Qué suma Sumar?

Un año después de su puesta de largo, la formación de Díaz entra en el ciclo electoral sin encontrar su lugar y su voz entre PSOE y Podemos

Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso.

Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso. / David Castro

El 15M fue muchas cosas. Una de ellas, un seísmo político generacional. Los días de acampadas en las plazas de las principales ciudades españolas, en la conversación pública se podían identificar tres grandes comunidades. Los más jóvenes acampaban, practicaban la democracia asamblearia y ponían en práctica la organización horizontal, que ya era su modus vivendi digital. Sus mayores inmediatos --profesores universitarios, activistas forjados en los Foros Sociales Mundiales (de Seattle a Porto Alegre, pasando por Génova), admiradores de Susan Sontag y teóricos de la Tasa Tobin-- afilaban sus lecturas, afinaban sus discursos y preparaban los artefactos políticos, convencidos de que se encontraban ante una oportunidad única de reformular el sistema de partidos en España. En el tercer grupo se encontraba la generación que se hizo mayor con el felipismo y que, sin comerlo ni beberlo, se vio encuadrada en la trinchera del ‘establishment’. Aquellos días fueron más críticos y duros con los ‘perroflautas’ aquellos cuarentones progresistas de toda la vida que la propia derecha. Entendieron, y no les faltaba razón, que en la impugnación total al ‘régimen de la transición’ del 15M se incluía una demoledora crítica a su pactismo, a su socialdemocracia, a su triangulación, a su tercera vía, a su izquierda moderada y responsable. Algo así como: ¿veis cñomo sí se podía?

En poco más de un mes se cumplirán 13 años del 15M, y el proyecto político que se creó entonces ha vivido un arco narrativo casi completo: irrumpió, rompió el bipartidismo, gobernó en un buen puñado de ciudades, las más importantes del país, pactó con el PSOE para llegar al poder en comunidades autónomas y la presidencia del Gobierno, legisló (en algunos casos, con mucho calado), se escindió, trató de refundarse, implosionó y vive tal vez sus horas más bajas, con el temor de que la triple cita electoral (en el País Vasco, Catalunya y las europeas) confirme su tendencia menguante. Sumar, de cuyo acto fundacional se cumple esta semana un año, ha acabado restando, perdón por el chiste fácil.

Generacionalmente, los más jóvenes no viven una efervescencia política similar a la de hace una década, y en este segmento la extrema derecha le ha quitado a la izquierda la pátina anti-establishment. Hoy, oponerse al sistema, ser políticamente incorrecto, no es asaltar los cielos, sino enfrentarse a mucho de lo que los herederos del 15M defienden y legislan. Gobernar le ha pasado factura a este espacio político, que además ha sufrido una gran presión mediática, política y hasta judicial, en ocasiones desaforada. Pero, en gran medida, sus problemas políticos son consecuencia de sus errores y de dos historias tan viejas como la izquierda: el debate entre esencialistas y moderados y el cainismo en su liderazgo.

Hace ahora un año, Yolanda Díaz anunció su candidatura a las elecciones generales. Desde entonces, Podemos se hundió electoralmente y se escindió en el Congreso, los Comuns perdieron la alcaldía de Barcelona y forzaron una repetición electoral en Catalunya que alteró los planes del Gobierno de coalición que se reeditó, pero en el que Sumar no encuentra su lugar. Superada por la izquierda por un Podemos vociferante y echado al monte, con el PSOE pendiente de la geometría multibanda del Congreso más que de un socio al que da por descontado, Sumar pasa desapercibido y entra en este ciclo electoral sin espacio, sin discurso y con la imagen de que es la cabeza visible de un espacio del que solo surge ruido y confusión, poco fiable e ingobernable.

¿Qué suma Sumar? La izquierda pragmática es territorio del PSOE. La izquierda vociferante, aunque solo sea a base de elevar la voz, la personifica Podemos, al menos mientras subsista su representación institucional. Sánchez no necesita intermediario para tratar con ERC, Junts y Bildu. La legislatura no acaba de arrancar y la vicepresidenta no puede mostrar logros de gestión. La formación de Díaz ha perdido su voz, su factor diferencial. El resultado de la suma que empezó hace ahora un año tiende a cero, visto con generosidad. Si el referente es ese 15M de 2011, la curva de este espacio político que hizo historia en España tiende hacia la decadencia. ¿De verdad que se podía?, hay quien repregunta ahora, entre el cinismo y la sorna.

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