Contra el 'procés' y el sanchismo
Daniel Sirera

Daniel Sirera

Presidente del PP de Barcelona y del Grupo Municipal del PP de Barcelona

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Efecto mariposa en Barcelona

Las elecciones del 12 de mayo deberían ser un punto de inflexión, el inicio del fin de los peores años de la política catalana y española en democracia

Parlament de Catalunya

Parlament de Catalunya / BERNAT VILARÓ / ANC

“El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”, reza un proverbio chino. Vinculada a las investigaciones del meteorólogo Edward Lorenz y a la teoría del caos, el efecto mariposa ha aparecido en un sinfín de películas y relatos en los que una pequeña acción acaba provocando un gran cambio no esperado. También en política una decisión puede generar una cadena de consecuencias mucho más importantes de lo que alguien pudiera imaginar a priori. 

Algo así estamos viendo en el caos político actual. Eran las cuatro de una calurosa tarde estival. Los concejales del Partido Popular estábamos reunidos en el Ayuntamiento de Barcelona para acabar de decidir quién iba a ser el nuevo alcalde de la ciudad. Solo había dos opciones posibles. Por un lado, Xavier Trias, que se presentaba con un pacto cerrado con Esquerra Republicana y rodeado de líderes separatistas. Por otro, Jaume Collboni, que, en principio, venía de la mano de la anterior alcaldesa, Ada Colau. 

Llevábamos días de negociaciones para tratar de cumplir nuestra promesa electoral: ni Ada ni estelada. Queríamos convertir Barcelona en una ciudad de las oportunidades y, para lograrlo, debíamos liberarla de populismos y separatismo. Necesitábamos un gobierno municipal mejor y para todos los barceloneses. Colau representaba el empobrecimiento de la ciudad, y el separatismo era ponerla al servicio de un proyecto de división. 

Al final, lo logramos. Una hora antes de la decisiva votación, Colau prometía quedarse fuera del gobierno municipal. Y Jaume Collboni se comprometía a gobernar sin los comunes. Otra política era posible. El Partido Popular lo hizo posible. Sin embargo, con nuestra decisión no solo cambiamos el futuro de la ciudad. El efecto mariposa entraba en acción. Trias incumplió su palabra y no dejó el acta de concejal a pesar de no ser elegido alcalde. 

Pero tampoco Colau se mostró más coherente. No hubo día en el que no mendigara un cargo en el gobierno de Collboni. Esta obsesión por la poltrona la ha llevado a la frustración y, tras los pactos presupuestarios entre el PSC y ERC, al resentimiento. Así, la exalcaldesa no solo votó en contra de unos presupuestos municipales que llevaban el sello colauista, culminó su venganza personal en el Parlament de Catalunya votando en contra del proyecto de presupuestos y obligando a Pere Aragonès a convocar elecciones anticipadas. 

Pero el efecto mariposa no para aquí. El ambiente de la precampaña catalana imposibilitaba, a su vez, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado; por lo que el gobierno de Pedro Sánchez se ha quedado sin el principal instrumento de gobierno y en una posición de extrema debilidad parlamentaria. Aprobó en el Congreso la inconstitucional e inmoral amnistía, pero sus socios le dejaron tirado esa misma semana. Con amnistía y sin presupuestos, Sánchez está acorralado entre la traición a sus votantes y las tramas de corrupción.

Así, la decisión de los concejales populares en la investidura barcelonesa ha provocado una reacción en cadena que puede no haber finalizado. Las elecciones catalanas del 12 de mayo deberían ser un punto de inflexión, el inicio del fin de los peores años de la política catalana y española en democracia. Los catalanes tendremos en la mano la posibilidad de acabar con el procés y con el sanchismo. Podremos hacerlo con un único voto, el voto al Partido Popular. El socialismo ya no se diferencia del nacionalismo ni en el fondo ni en la forma. Barcelona, Catalunya y España necesitan recuperar una política seria, integradora y reformista; no un referéndum de división como el que negocian Sánchez y Aragonès. Necesitamos el sosegado triunfo de la mejor gestión, la que representa Alberto Núñez Feijóo. Si el constitucionalismo se une en torno al PP, el cambio necesario será imparable. El efecto mariposa habrá provocado un huracán de ilusión.