Medical Anthropology Research Center. URV. Ex secretario de Salut Pública de la Generalitat.
Joan Guix
Medical Anthropology Research Center. URV. Ex secretario de Salut Pública de la Generalitat.
Si no nos vacunamos, esto puede acabar muy mal
La desinformación es una de las principales causas del movimiento antivacunas y los profesionales podemos hacer más con una actitud más proactiva
Algunas enfermedades infecciosas que considerábamos prácticamente erradicadas de Europa están resurgiendo. El sarampión, que se consideraba eliminado en Europa, en un año se ha incrementado en un 30% en la Unión Europea, con brotes importantes en Rumanía, y en el Reino Unido, y en todo el continente europeo ha pasado de 941 casos en 2022 a 42.000 en 2023. En el Estado español, por ahora, nos hemos mantenido al margen de esta situación, con 53 casos notificados, 9 de los cuales en Catalunya.
Algo parecido está pasando con la tosferina, de la cual sí que se han producido muy recientemente brotes importantes en Guadalajara, Alcalá de Henares, Lleida y Terrassa, registrándose, por todo el Estado, en 2023, 1942 casos.
Ambas enfermedades tienen, aunque con clínicas diferentes, algunas características en común: son altamente infecciosas. El R0 del sarampión (la capacidad de infectar a un número determinado de personas a partir de un solo caso de enfermedad) es de entre 14 y 18, y el de la tosferina entre 12 y 17. La segunda característica es que ambas son evitables o, como mínimo, se puede reducir enormemente su morbilidad con la vacunación, que es altamente efectiva.
La OMS y la ECDC (Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades) nos están avisando. Este puede ser un problema muy grande. Además, la gripe, este último año, ha cuadruplicado las cifras del año anterior, y ha presentado una letalidad del 6,6% de los pacientes ingresados. También hay un riesgo importante en algunas otras enfermedades, como por ejemplo, la polio. Gripe y polio son, también, vacunables.
La explicación es, desgraciadamente, muy sencilla. Los niveles de vacunación, tanto entre niños como en adultos, están cayendo de manera notable, a pesar de que en el Estado español, y especialmente en Catalunya, todavía nos mantenemos en buenas cifras, por ahora.
En buena medida, el covid-19 ha significado un antes y un después. El descalabro experimentado por los sistemas sanitarios de todas partes, también de aquí, y el impacto de los movimientos antivacunas han tenido mucho que ver.
Desde que en 1998, Andrew Wakefield, gastroenterólogo pediátrico inglés, publicó en la prestigiosa revista 'The Lancet' un artículo en el cual asociaba, falsamente, la vacuna triple vírica que se da a los niños en los primeros tiempos de su vida con el autismo y la enteritis, y a pesar de la posterior retractación posterior de la revista y la expulsión de Wakefield del Colegio de Médicos británico, la supuesta base seudocientífica de los antivacunas estaba en marcha.
Esta situación de reticencia a las vacunas responde a una mezcla de motivaciones, entre las cuales hay que destacar la desinformación, los posicionamientos ideológicos y religiosos, y las teorías de la conspiración.
La desinformación es, seguramente, la mayor de las causas, ante la cual los profesionales podemos hacer más con una actitud más proactiva. Los temas relacionados con la seguridad de las vacunas, los posibles efectos secundarios de las mismas o de sus adyuvantes, o la misma infodemia que hemos sufrido tanto durante el covid-19, proporcionando informaciones poco fundamentadas, cuando no contradictorias, tienen mucho que ver.
Los posicionamientos ideológicos o religiosos y las teorías de la conspiración, a menudo mezcladas con los anteriores, son otra causa principal, utilizada por los movimientos de extrema derecha, que aprovechan estas teorías de la conspiración como herramientas cuestionadoras y deslegitimadoras del Estado del bienestar para debilitarlo.
El hecho es que se nos puede ir de las manos una de las herramientas más poderosas para prevenir la enfermedad y potenciar la salud de la población.
Nos hace falta una actitud más comprometida, más militante, especialmente entre las autoridades y los profesionales de la salud. Hace falta explicar ampliamente y de forma inteligible qué son las vacunas y cuáles son sus ventajas, y también sus riesgos reales. Debemos denunciar a los colectivos de antivacunas y explicar sus verdaderas motivaciones; y sin obligar a nadie a vacunarse si no quiere, si todo continúa como hasta ahora en Catalunya, hay que empezar a establecer condiciones y límites para aquellos que no acepten la vacunación voluntaria. El hecho de no vacunarse no afecta tan solo a un mismo, sino a terceros, a los cuales no se pide la opinión. Si no somos capaces de parar esta tendencia a no vacunarse, tendremos problemas importantes.
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