Los logros de Putin
Pilar Rahola

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Periodista y escritora

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Rusia ha ganado

Independientemente de lo que suceda en el campo de batalla, el régimen de Putin es hoy, en términos geoestratégicos, más fuerte que antes de la invasión

Ilustración

Ilustración / Leonard Beard

Es evidente que el papa Francisco ha patinado en sus declaraciones sobre la guerra en Ucrania. Instar a Zelenski a levantar la bandera blanca es lo mismo que pedir que se rinda, por mucho que ahora el Vaticano intente matizar sus palabras. Además, exigir un gesto de concordia a la víctima de una invasión, y no a su agresor, resulta asombroso, y más si quien lo dice es uno de los líderes religiosos más importantes del mundo.

Desde los inicios de la guerra, el comportamiento del papa Francisco ha sido diplomáticamente muy ambiguo, hasta el punto de que algunas declaraciones al inicio de la guerra ya pisaron líneas rojas. Por ejemplo, cuando se negó a criticar a Rusia, asegurando que “hay que alejarse del patrón normal de que Caperucita Roja era buena y el lobo muy malo”, para acabar insinuando que la guerra era la reacción a la provocación de la OTAN. Razones tendrá el Vaticano para no meter el dedo en el ojo de Putin, pero ciertamente cuesta entender su ademán chamberliano en un conflicto que nace de la invasión de un país soberano. No es de extrañar que Zelenski le haya respondido con una bofetada histórica: "Nadie pidió negociar con Hitler".

Las declaraciones, sin embargo, más allá de la polémica que generan, tienen un punto de realismo terrorífico: la constatación de que Rusia está ganando la guerra. Y no me refiero a la cuestión militar, propiamente dicha. Obviamente, hay que desear que Putin no logre vencer a Ucrania y que, en un momento u otro, deba retirar todas sus fuerzas invasoras. Pero más allá del aspecto bélico y de los voluntariosos deseos que podemos expresar, Rusia ha alcanzado unos logros en esta guerra que no queremos reconocer, tal vez porque deja al descubierto nuestras debilidades. Planteado en términos absolutos, Rusia ha ganado la guerra, aunque la pierda, y el análisis geopolítico es rotundo en esta afirmación, no en vano ha conseguido desestabilizar energéticamente todo un continente, demostrar que goza de una gran impunidad en el ejercicio de la violencia, reforzar sus alianzas internacionales y consolidar su posición en la gran mesa del mundo. Dicho de otro modo, Rusia es hoy, en términos geoestratégicos, más fuerte que antes de la invasión.

Y lo es por la debilidad de los mecanismos internacionales que habrían tenido que detenerla y se han demostrado ineficaces. Ni las amenazas de Biden al inicio de la guerra, ni la pretenciosidad de Europa, que ya veía a Putin derribado, ni el gran poder de la OTAN (que no puede mover un misil sin desencadenar una guerra global) se han mostrado eficaces ante un Putin que ya viene de otras muchas agresiones que le han resultado fructíferas: arrasó Chechenia ante las narices del mundo, y como era Chechenia, a nadie le quitó el sueño; y después ocupó Crimea como quien se pasea por su patio particular, y también le salió gratis. Por el camino, se paseó por Siria, en un papel bélico igualmente considerable. En todas estas acciones, Rusia pudo ya testear la incapacidad de las fuerzas internacionales para detenerla, al igual que, en el juego de equilibrios de este mundo multipolar, reforzó a sus aliados. Hoy sus lazos con China, país que le ha sostenido ante el bloqueo económico, son mucho más fuertes. Su acuerdo gasístico/económico con Irán, que se ha extendido a la colaboración militar -los drones iranís atacan a Ucrania-, y el reforzamiento de las relaciones políticas con todo el mundo chií han desestabilizado aún más la frágil región de Oriente Próximo. Y en cadena, ha reforzado alianzas con el eje bolivariano y otros países que recordarían, vagamente, a los no alineados de la guerra fría. De hecho, la guerra de Ucrania ha reforzado una de las polaridades que juegan a dominar el mundo, y no parece que el mundo occidental esté ganando la partida. No solo Rusia no está más aislada que antes, sino que está más unida con los países con los que ya tenía estrechas colaboraciones.

Por eso puede enviar a su máximo opositor a una cárcel del Ártico y matarlo. Por eso puede amenazar a la presidenta de Estonia, sin que pase nada, y por eso se puede pasear por España y fulminar a un desertor. Lo puede hacer porque ahora ya sabe que nadie logra romper su impunidad. Desgraciadamente, el gran oso ruso no está vencido, está más fuerte que nunca.