Divorcio sénior

"O ahora o nunca"

Vamos al abogado y, si nos conviene más, pues como la monarquía, nos planteamos el cese de la convivencia

Acuerdo de divorcio.

Acuerdo de divorcio.

Sílvia Cóppulo

Sílvia Cóppulo

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La última oportunidad. Mirar hacia el propio interior y sincerarse con uno mismo. ¿Cómo puede ser que hayamos llegado a este punto de no conocernos el uno al otro, como si fuéramos dos extraños durmiendo juntos? ¿Es este el proyecto que quiero para el resto de mi vida? O me divorcio ahora o ya no lo haré nunca. ¿Qué gano y qué pierdo? ¿A quién voy a responsabilizar de mi infelicidad si no me atrevo? Con los hijos ya mayores, no valen excusas. Si tengo salud, ¿cómo puedo dibujar esos 20 o 30 años que me quedan de vida? ¿Seré capaz? ¿Y la soledad?

Cuando uno de los dos se jubila, el tiempo de la convivencia aumenta y la mala relación o el vacío en la pareja, acrecentado con los años, salta por los aires. El divorcio asoma. Ellos no están por la petanca; prefieren el sexo, aunque sea azul, y sentir que aún pueden conquistar. Anhelan la felicidad y la compañía con una nueva pareja (que a menudo ya tienen). Ellas también piensan en el amor, pero argumentan más la armonía y el bienestar; la tranquilidad deseada. Disfrutar de los hijos y de los nietos. Y dedicarse a lo que realmente les gusta, con una nueva red de amistades, que las aúpa a una nueva etapa por descubrir. 

¿Y los hijos? Aceptan la decisión de sus padres, aunque les incomode. Estaban acostumbrados a ser ellos, los jóvenes, los protagonistas de amores y desamores, y ahora se ven forzados a respetar la libertad de sus progenitores. 

Hay que pensar en el dinero. ¿Con qué ingresos cuento? ¿Quién se queda la casa? ¿Voy a tener que pagarle una pensión compensatoria o la voy a cobrar si nos divorciamos? Y si enviudo, ¿voy a perder esa otra pensión que me he ganado a pulso? Vamos al abogado y, si nos conviene más, pues como la monarquía, nos planteamos el cese de la convivencia. 

Divorciarse en los años dorados puede abrir una oportunidad. Pero para ello, hay que aprender de los errores propios, poniendo atención y energía en la nueva vida y los nuevos afectos. No va a ser fácil, pero es precisamente el cambio de actitud vital el verdadero ahora o nunca cuando se trata de anidar dosis de felicidad.