Una corrida goyesca

Los Premios Goya arrasan de nuevo y dejan fuera de juego al resto de ofertas

Los Premios Goya arrasan de nuevo y dejan fuera de juego al resto de ofertas / RTVE

Albert Soler

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Vaya por delante que no tengo nada en contra del cine español, como tampoco lo tengo contra el sueco, el francés o el boliviano; imagino que todos tienen películas buenas y malas. Con mirar las buenas e ignorar las malas, asunto zanjado. Por supuesto, jamás miro galas de premios; si me aburren los Oscar, imaginen ustedes qué me parecen los Goya, los Gaudí o los Coca, que deben de ser los premios de la academia boliviana.

Ahora bien, como en casa manda mi señora, el pasado sábado yo estaba en el sofá mientras ella miraba la cosa goyesca. Juro que, por el bien de nuestro matrimonio, intenté reprimirme, que me mordí la lengua varias veces. Al final no pude más, al fin y al cabo uno es humano, y me salió del alma un grito, o más que un grito, un ruego de clemencia.

- ¡Si no cambias de canal vomitaré, no soporto más tanta autofelación!

¿Es normal que una de cada dos intervenciones se destine a elogiar lo bueno que es el cine español, lo bien que hacemos las cosas, los premios que ganan nuestras películas en todo el mundo, y lo excelentes que son todos sus profesionales, desde los directores hasta los encargados del atrezzo y los repartidores del cáterin? No entro ya en las tradicionales cuotas de repetir que las mujeres son la hostia y que las guerras son malas -o a la inversa, yo ya no sé-, eso lo doy por sentado. Ya sé que si no se repiten a sí mismos que son los mejores, nadie más se lo va a decir, pero ¿de verdad son imprescindibles esas felaciones de los unos a los otros, delante de un tipo como yo, que estaba tan tranquilo en el sofá de casa?

Capítulo aparte merecen los comentarios de un señor viejo que aseguró que era el presidente de todos ellos, en solidaridad con sus colegas argentinos, porque al parecer Milei es malo y no los trata todo lo bien que merecerían. Uno está hasta el gorro de esos que se creen lo bastante sabios para instruir a los ciudadanos de otros países (Argentina, Italia, Francia, Hungría, Estados Unidos, Suecia, el Salvador o alguna remota región de Asia central) sobre cómo deberían votar, porque ellos son burros y nosotros sí que sabemos lo que les conviene. Justo es decir que eso no es cosa solo del mundo del cine, es un mal general de los que se creen más listos que nadie, y en este país vamos sobrados de ellos, los tenemos incluso en el Gobierno y en el Governet.

Y este fue mi sábado por la noche. Eva no cambió de canal. Me vengué haciendo que recogiera el vómito.