Aquí una que debe de dar mal rollo
En pocos años el catalán ha retrocedido de manera sustancial en Barcelona. La ciudad expulsa a los barceloneses y está expulsando también el catalán de sus calles
Agnès Marquès
Periodista
Decía esta semana Díaz Ayuso en una entrevista con Ricard Ustrell el mal rollo que genera Catalunya y sus temas identitarios “desde fuera”. Nada sorprende de ella en este sentido, pero eso no le resta irreverencia. Es insultante porque queriendo atacar supuestamente a los partidos políticos va mucho más allá y menosprecia lo cotidiano y lo personal. Lo personal y lo cotidiano: sentir un dolor nuevo y podérselo explicar al médico en catalán, que es la lengua con la que me pregunto para dentro qué será esto que siento y con la que me interno consolar la hipocondría. Lo personal y lo íntimo. La lengua con la que me calmo y me describo. Puedo hacerlo en castellano, claro, pero a mí la angustia y la preocupación me nacen en el vientre y me suben por la garganta en catalán, así que lo mínimo es un doctor que me entienda. Cualquier buen médico que aprecie el contacto con los pacientes comprenderá estas palabras.
Eso pasa en la consulta, pero pasa en todas partes. Pedir 'un tallat' en Barcelona se ha convertido en una especie de gincana de mal gusto. Disgusta por descaro y acumulación. A nadie le puede resultar tan difícil aprender cuatro palabras de las cuatro cosas que sirven las cafeterías. Para muchos será un ejemplo menor, y qué pesados, pero observar el retroceso del uso del catalán a este ritmo vertiginoso es angustiante. Son inexplicables algunas caras de interrogación cuando se trata de un cortado de los que deben servir decenas o centenas a lo largo del día en una cafetería. Bueno, un día, después de repetirlo tres veces lo acabé pidiendo en castellano y me sirvieron un café con leche, así que la cuestión a veces debe ser de fondo. Pero pasa y cada vez más. En pocos años el catalán ha retrocedido de manera sustancial en Barcelona. La ciudad expulsa a los barceloneses y está expulsando también el catalán de sus calles. Y pasa más allá de Barcelona también. En el patio del colegio niños catalanohablantes juegan en castellano, en muchos chats uno solo cambia el idioma de todo el grupo. La substitución lingüística es evidente. Entonces, sí, solo queda ser pesado. Muy pesado y dar muy mal rollo. Insistir. Persistir hasta el activismo. Porque lo que da mal rollo es que se ignore y menosprecie lo que tú eres.
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