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¿Todo menos el ridículo?

Sánchez pierde kilos de credibilidad cuando hace una ley de amnistía para lograr el apoyo de Puigdemont y luego la ley es tumbada por orden directa de Waterloo

Pedro Sánchez y María Jesús Montero durante la sesión plenaria extraordinaria en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez y María Jesús Montero durante la sesión plenaria extraordinaria en el Congreso de los Diputados. / JOSÉ LUIS ROCA

Joan Tapia

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La tarde del martes me encontré a un antiguo conseller de Tarradellas. De izquierdas. Estaba molesto por la derrota parlamentaria de la ley de amnistía por 179 votos a 171 porque Puigdemont había unido sus votos al PP y Vox. Pero me dijo que Sánchez era el mejor presidente desde Adolfo Suárez. Está iniciando una segunda transición y la democracia no puede ser condicionada por una judicatura reaccionaria. 

Me sorprendió porque mi interlocutor ha sido siempre realista y aprecio sus opiniones, pero de inmediato recordé la célebre frase de Tarradellas: “En política se puede hacer todo menos el ridículo”. Y Sánchez está en ello. Hizo una ley de amnistía, quizás conveniente, pero muy discutible, para pactar con Junts y ERC; y la ley ha sido tumbada a la primera por Waterloo, que reta a Sánchez: o acepta todas sus enmiendas -incluir delitos de terrorismo y alta traición- o la seguirá tumbando. Y el domingo había declarado: “Incorporar a la gobernabilidad del Estado a Junts y a ERC fortalece nuestra democracia”. 

Pues hacer la ley de amnistía para que Puigdemont fortalezca la democracia y que Puigdemont te la tumbe es hacer el ridículo. Aspirando a tener mayoría para conservar La Moncloa, Sánchez se había querido creer que Junts obedecería a la misma lógica que otros aliados complicados como Bildu, ERC y Sumar (el PNV es más previsible) que están unidos por el interés en que mande la izquierda. Pero Puigdemont obedece a otra lógica y apostar la legislatura a esta bisagra -y levantar un “muro” contra la derecha- ha sido apostar por el salto mortal permanente. El Gobierno dice: “No está en riesgo la legislatura, si acaso la amnistía”. Pero las dos van juntas. Sin amnistía no habrá apoyo de Junts ni para los presupuestos ni para gobernar.

¿Qué pasará ahora? Puede que haya otro 'remiendo' a la amnistía, e incluso que haya presupuestos, pero puede también -menos probable, pero cada día menos descartable- que Sánchez se quede pronto sin mayoría. Solo Dios lo sabe

Puigdemont lo ha dicho. Su interés no es garantizar la gobernabilidad de España ni la estabilidad del Gobierno. Y Sánchez, muy atacado desde la derecha y parte de la judicatura -con argumentos tan poco inteligentes como los que él utiliza contra “la gran derecha”- necesita un mínimo de estabilidad. Y no hacer el ridículo reiteradamente porque el ridículo quita autoridad moral y política y favorece a los que le quieren derribar. Y no es la primera vez. En pocas semanas Puigdemont ha estado a punto de cargarse dos importantes decretos económicos del Gobierno, ha hecho cambiar la original ley de amnistía para que admita el terrorismo blando, aunque no el terrorismo “malo”. Y el martes votó contra la ley porque le parece que ofrece pocas garantías cuando es evidente que -pese a lo que diga García-Castellón, o el propio Feijóo- en el 'procés' hubo errores graves y delitos, pero ni asesinatos ni “terror”.

En su lógica, y condicionado por su exilio, Puigdemont quiere presumir ante sus seguidores radicales que no se rinde (como dice que hizo ERC) y para ello debe demostrar que manda tanto o más que Sánchez. Las consecuencias le importan menos. Es su lógica y Sánchez se equivocó al no calibrarlo. Creyó que la conveniencia de un gobierno progresista se impondría a todo lo demás (pasa con Bildu) y no está siendo así. 

Desde que Yolanda Díaz -sin permiso presidencial, pero sabiendo que podía hacerlo- se encontró con Puigdemont en Bruselas en septiembre como si fueran viejos amigos, y desde que Santos Cerdán asumió en un infumable documento las tesis de Junts sobre el 'procés', Sánchez se ha creído que su personalidad, su empatía y la conveniencia se impondrían. Se equivocó. Sánchez fue investido, pero roza el ridículo en cada votación y -aquí Feijóo acierta-, el Gobierno se mantiene con respiración asistida.

¿Qué pasará ahora? Puede haber otro 'remiendo' para la ley de amnistía y quizás incluso los presupuestos. Y puede también (menos probable pero cada día menos descartable) que Sánchez se quede sin mayoría con cierta rapidez. No se sabe.

Pero, pase lo que pase, el pasado martes Sánchez no solo perdió una votación, sino kilos de credibilidad al haber quedado en manos de una bisagra, con una lógica muy distinta, que le humilla en el Congreso pese a que en las últimas legislativas en Catalunya fue solo el quinto grupo político, tras el PSC, los comunes, ERC y el PP. 

Sí, el ridículo acaba matando, pero Sánchez todavía está en Moncloa. 

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