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Ley seca con el móvil en la escuela

La conselleria opta por un enfoque más prohibicionista que el recomendado por el Consell Escolar de Catalunya

Catalunya aprueba prohibir el móvil en primaria y restringir su uso en secundaria

Cuándo se podrá usar el móvil en la escuela y qué pasará si se incumple la norma

Jóvenes mirando sus teléfonos móviles.

Jóvenes mirando sus teléfonos móviles. / David Castro

La Conselleria d’Educació de la Generalitat ha acabado por aprobar unas instrucciones sobre el uso de los móviles en los centros educativos más estrictas de lo previsto. El próximo curso, las escuelas e institutos deberán aplicar los criterios aprobados ayer por el Govern, previa modificación de sus reglamentos internos. Los teléfonos inteligentes quedarán vetados sin excepción alguna en la educación primaria y solo podrán utilizarse excepcionalmente en actividades académicas dirigidas por el profesorado en la ESO (12 a 16 años), excluyendo explícitamente el resto de momentos y espacios del horario lectivo, desde el patio y el comedor escolar a las salidas escolares. 

La resolución final supone una rectificación no menor de la postura que mantenía el departamento que dirige la consellera Anna Simó en el momento en que se generalizó el debate sobre el uso escolar del móvil. De defender la autonomía de cada centro para establecer su propia regulación a preservarla solo formalmente, al haber fijado unas directrices que apenas dejan margen para que cada centro considere cómo aplicar en esta materia su proyecto educativo. De considerar que los institutos son el lugar donde se debe formar a los alumnos sobre los usos responsables y seguros de las tecnologías que los conectan, y que eso es difícil de lograr si son el único espacio en el que no están presentes, a limitarlos a actividades muy concretas. No parece que este giro se deba únicamente a cómo se ha desarrollado el debate en la comunidad educativa durante los últimos meses. El foro donde se debía plasmar esta reflexión es el Consell Escolar de Catalunya, que ya emitió un informe que ha quedado desbordado finalmente por la normativa del departamento: donde aquel documento hablaba de regulación y no de prohibición, se ha optado por mantener solo eufemismos («restricción» total, general o parcial, según la etapa) para optar por un enfoque más prohibicionista, que parece más bien influido por la presión de voces extraescolares.  

Con todo, es evidente que en una etapa como la infantil el acceso a los móviles es flagrantemente prematuro y que en otras superiores el uso de las pantallas en el aula es un factor de distracción en el aula (tanto si son las de los móviles como las de las tabletas o portátiles, cuya generalización parece haber quedado al margen del debate) que debe controlarse (y enseñar a controlar) sin renunciar a las oportunidades que abren. También es innegable que algunos de los problemas más evidentes (acceso a contenidos inadecuados a cada edad, incomunicación en el entorno cercano o familiar, fomento del sedentarismo, pérdida de horas de sueño) se desarrollan sobre todo durante el resto de la jornada, cuando el alumno y sus familias deberían tomar conciencia de pautas y restricciones, que difícilmente podrán recibir de forma razonada desde otro entorno que no sea el escolar. Más discutible es la exclusión del móvil en espacios de socialización, como es la hora del patio. La imagen de adolescentes absortos en una pantalla, en lugar de interactuar entre ellos, no es muy estimulante. Pero ignorar que esa interacción social puede mantenerse en ese momento de libertad entre clase y clase comunicándose con otras personas fuera del recinto escolar, o que mostrarse contenidos de todo tipo y comentarlos es una parte más de esa vida social que los adolescentes desarrollan en esos momentos, parece más bien cerrar los ojos a la realidad.