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El reloj de Javier Milei hace tictac

El viento lo tiene de popa; pero, conociendo un poco Argentina, si el nuevo presidente fracasa, el incendio puede ser histórico

El presidente argentino, Javier Milei, el pasado miércoles en el Foro Económico Mundial de Davos.

El presidente argentino, Javier Milei, el pasado miércoles en el Foro Económico Mundial de Davos. / FABRICE COFFRINI / AFP

Martí Saballs Pons

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El presidente de Argentina, Javier Milei, se convirtió en el protagonista político del foro de Davos con un discurso contra el intervencionismo del Estado en la sociedad que convertiría a Ronald Reagan y Margaret Thatcher en peligrosos socialistas. Al poco, no falto la respuesta antagonista sobre las delicias del papel del Estado paternal y maternal protagonizado por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.

El experimento Milei acaba de empezar. No resulta fácil juzgar Argentina desde la distancia, sin haber conocido de cerca las razones de su hundimiento por culpa de sus malos gobiernos y de la desidia de sus élites, cuyos ahorros han estado siempre bien resguardados en otros países. Sin confianza entre los agentes sociales y políticos, los países no progresan. 

Bajo la bandera de la libertad, Milei ha pedido a sus conciudadanos sacrificio y paciencia para poder revertir un sistema de gobernanza en que el papel del Estado ha fracasado. Su objetivo, aturdido por la presidencia de Mauricio Macri, hoy uno de sus grandes aliados, es no cometer los errores de este, que no cumplió sus promesas liberalizadoras.

La historia de Argentina demuestra que en nombre de la libertad se puede acabar con las libertades y que en nombre del Estado se puede acabar con el Estado. A las administraciones públicas hay que pedirles que sepan gestionar bien los recursos que les entregamos los ciudadanos y las empresas vía impuestos, que definan las inversiones correctas y que ofrezcan garantías básicas en los pilares que sustentan el estado del Bienestar. En todos los países institucionalmente fuertes, el intervencionismo del Estado en la economía ha ido parejo a los distintos ritmos de la historia. No se pueden entender los desarrollos tecnológicos generados por la industria de defensa y que han sido aplicados a la sociedad sin el intervencionismo estatal.

El éxito de los países, de los Estados, no está definido solo por sus cifras macroeconómicas, sus baremos fiscales y obstáculos burocráticos. Piense usted en cómo se conduce en un país, cuál es el nivel de limpieza del espacio público, si puede andar seguro por las calles sin miedo a que le atraquen o cuál es el nivel de las infraestructuras y del transporte. En todos estos ámbitos, Argentina suspende.

Milei aspira a volver a generar confianza en el país, atraer inversiones internacionales y lograr que el Fondo Monetario Internacional (FMI) vuelva a prestar más dinero. Necesitará tanto el respaldo de ese 'establishment' que tanto dice repudiar como los consensos, aunque sean informales, de buena parte de los actores políticos de un país donde el papel de las provincias es decisivo. Antes, tendrá que lograr domar la inflación , hoy en el 211% interanual. No será fácil. El viento lo tiene de popa; pero, conociendo un poco Argentina, si el experimento Milei fracasa, el incendio puede ser histórico. El reloj ha empezado a hacer tictac.  

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