Feijóo y el síndrome de la M-30
El presidente del PP está irreconocible cuando habla contra la legitimidad de los diputados del Congreso
Álex Sàlmon
Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.
Alberto Núñez Feijóo parece imbuido totalmente por el síndrome de la M-30. No es el Feijóo que visitaba Barcelona en pleno ‘procés’ y dejaba a empresarios y profesionales con la boca abierta por cómo decía las cosas claras y con tanta educación y solvencia. Ahora el líder del PP parece captado por el “peperismo” madrileño, y no me refiero a los cercanos de Díaz Ayuso, que esa es otra guerra.
El presidente del PP está irreconocible cuando habla contra la legitimidad de los diputados del Congreso. El resultado de las elecciones para la Cámara Baja, todos democráticos y con la misma fórmula que le dio durante años al PP mayoría absoluta, son tan legales como siempre, aunque las elecciones favorecieran a formaciones minoritarias como Junts. Por ello, entrar en este estilo de reflexiones de legitimidad o no son muy peligrosas. Ese tipo de ideas las carga el diablo, siempre dispuesto a liarla.
Es cierto que todo tiene tintes kafkianos. Cierto que estar negociando con un eurodiputado en Waterloo, que sería detenido si pusiera un pie en España, es muy extraño. Que estar supeditado a los intereses de una formación que solo tiene siete de los 350 diputados es comprometido con la mayoría. Pero el juego democrático es ese, y justamente ese juego es el que lo legitima todo.
El líder del PP está nervioso por si Vox acaba presentándose en Galicia. Existe una posibilidad, diría que muy remota, pero posible, de que por ello los populares pudieran perder la mayoría absoluta que ahora ostentan. Pero esta circunstancia no debe conducir a Feijóo a radicalizar su discurso. No debe dejar brechas en las ideas, claro, pero desprestigiar a las instituciones no era su estilo, ni lo debería ser.
La presión del Madrid siempre es complicada. En ocasiones se olvida de que representa a toda España y cual Saturno devora a la ciudadanía por la cual trabaja. España sabe más de Madrid que Madrid de España. Feijóo, como presidente que ha sido de una autonomía histórica, debería ser un buen antídoto. Que se aplique.
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