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Como antes del covid

Tras lo sucedido durante la pandemia, las cosas no deberían ser exactamente igual que antes de ella

Los virus respiratorios siguen disparados: consejos para sortear a la gripe y a la COVID

Foment se opone a las bajas autojustificadas de tres días que plantea Sanidad

Una enfermera vacuna frente a la gripe y el covid / ROBER SOLSONA - EUROPA PRESS

Una enfermera vacuna frente a la gripe y el covid / ROBER SOLSONA - EUROPA PRESS / ep

En las últimas semanas, los casos de infecciones por virus respiratorios se han disparado, llevando a un estado de saturación a los servicios de urgencia y obligando a los hospitales a desviar los recursos escasos (por motivos estructurales, y por el periodo vacacional) e incluso a posponer intervenciones no urgentes. Ha hecho fortuna el término 'tripledemia' para hacer referencia al regreso de la gripe, contenida en años anteriores debido a las medidas excepcionales contra el covid-19, a la presencia de este coronavirus, convertido ya en algo crónico, y del resto de virus respiratorios que proliferan en este periodo del año en que vivimos más encerrados en interiores. Pero el episodio que estamos viviendo no es, en lo fundamental, apenas diferente de las situaciones habituales en cada ola gripal de cualquier invierno anterior al de 2019.

Es esta una constatación que debería llevar a no alarmarnos. Pero también a analizar muy críticamente lo que está sucediendo. Tras lo sucedido durante la pandemia, las cosas no deberían ser exactamente igual que antes de ella. Algo deberíamos haber aprendido.

Después de haber gestionado una emergencia sanitaria infinitamente más grave, es insólito que medidas como las de agilizar las bajas médicas para que simples trámites que no requieren de atención médica no entorpezcan la operativa de los centros de salud haya tenido que ser arrancada a empujones. Antes del covid, nos sorprendía ver cómo los ciudadanos de países asiáticos, en un ejercicio de responsabilidad colectiva, se ponían mascarillas en cuanto los virus respiratorios empezaban a circular en el ambiente (y sin duda alguna, cuando ellos mismos eran susceptibles de contagiar). Hubiese sido de esperar que esta práctica fuera adoptada con normalidad tras la pandemia. Pero las vacilaciones de las autoridades sanitarias para impulsar esta medida, de forma más temprana y en todos los lugares más susceptibles (centros médicos, pero también farmacias y residencias) ha sido un reflejo de lo peor que sucedió durante la última crisis sanitaria, y no de las lecciones más provechosas. De nuevo, el rechazo a aceptar cualquier medida de coordinación llegada desde el ministerio o acordada por consenso en la conferencia interterritorial, y no por razones objetivas sino, cabe presumir, por los réditos políticos que algunos calculan de dar pábulo a los sectores abonados a la insumisión sanitaria. Porque esta vacilación, o aún más, búsqueda del conflicto sea cual sea la propuesta a abordar, no hace más que alimentar al negacionismo más irracional que ha resistido cualquier evidencia. La timorata campaña de vacunación de gripe y covid, que solo ha cubierto a un tercio de la población y no ha sido precisamente proactiva, no solo deja a la población más descubierta ante las infecciones. De nuevo, se ha renunciado a enviar un mensaje claro a estos sectores irracionalmente remisos.

Otra oportunidad perdida ha sido la no activación de la Agencia de Salud Pública (y sus equivalentes a nivel autonómico). Aunque tampoco hubiese cambiado mucho las cosas, a no ser que se la hubiese dotado de los recursos, autonomía y prestigio necesarios para que fuese percibida por los ciudadanos como un referente de confianza para ofrecer guías de actuación que sirviesen para orientar tanto las políticas públicas como, de forma menos confusa y polémica, a los pacientes, hoy más inseguros e inquietos de lo necesario.