Opinión |
Salud pública

No todas las epidemias son iguales

De nuevo, la improvisación y la descoordinación, frente al sufrimiento de los ciudadanos y de los sanitarios que se sienten impotentes, y un sistema saturado incapaz de atender toda la demanda por la epidemia de gripe y por otros problemas de salud que dejan de atenderse

Sanidad impondrá la mascarilla de forma "transitoria" y apunta que quedan "dos o tres semanas para llegar al pico"

La mascarilla vuelve a ser obligatoria en los hospitales, CAP y sociosanitarios de Catalunya

La mascarilla vuelve a ser obligatoria en los hospitales, CAP y sociosanitarios de Catalunya

La mascarilla vuelve a ser obligatoria en los hospitales, CAP y sociosanitarios de Catalunya / Jordi Otix

Fernando G. Benavides

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Los ciudadanos están preocupados por la epidemia que estamos sufriendo. Ante síntomas como tos y fiebre acuden a urgencias. Especialmente si es una persona mayor o un menor de edad. Las historias que nos cuentan los medios de comunicación, como este, sobre lo que está ocurriendo en las urgencias hospitalarias, reflejan la complejidad de la situación epidémica que estamos viviendo. 

Es normal preocuparse. Venimos de una emergencia sanitaria, consecuencia de la pandemia del covid-19, que no olvidaremos mientras vivamos. Especialmente si tuvimos directamente un cuadro grave de la enfermedad, o alguna persona cercana falleció durante esos meses. 

Sin embargo, antes de 2020, cuando empezó la pandemia del covid-19, teníamos cada invierno situaciones parecidas a la que estamos viviendo estos días. Podemos decir que es lo habitual en estas fechas de mayor proximidad entre las personas en lugares cerrados (restaurantes, comercios, etc.). Pero la vivencia de la pandemia está presente y nos afecta doblemente. Por un lado, ante unos primeros síntomas de resfriado pedimos ayuda sanitaria, tenemos miedo. Por otro lado, nuestro sistema inmunológico había olvidado al virus de la gripe, que cambia continuamente. El virus de la gripe está aprovechando el espacio que le ha dejado la retirada del coronavirus. Los seres vivos, como nosotros, como los virus, siempre tratamos de sobrevivir.

Es normal sentir temor ante esos primeros síntomas. Recordemos que, al inicio de la pandemia de covid-19, muchos pensábamos que era “como una gripe, algo más grave”. Pero no fue así. Como nos recuerda el reciente informe 'Evaluación del desempeño del Sistema Nacional de Salud español frente a la pandemia de covid-19', en España se produjeron más de 400.000 hospitalizaciones, algo más de 40.000 ingresos en ucis y 87.000 muertes. Que si se incluye la mortalidad por otras enfermedades se estima una total del 25% de muertes ocurridas sobre las esperadas en situación no pandémica. En parte por la saturación y falta de recursos del sistema sanitario.

Lo que no es normal es que con la información que los sistemas de vigilancia epidemiológica están proporcionando a las autoridades sanitarias, que han mejorado en estos últimos años, y con los datos de la cobertura vacunal alcanzada frente a la gripe -apenas una tercera parte de la población, además de ser una vacuna menos efectiva que la del coronavirus-, no se hubiera preparado a la ciudadanía y al sistema asistencial para hacer frente a esta situación. La Agencia europea para la prevención y control de enfermedades nos avisaba, ya a mitad de diciembre, que “había que prepararse, especialmente los servicios de urgencias y de cuidados intensivos, para hacer frente a un incremento de la transmisión comunitaria de virus respiratorios, lo que es habitual en la estación invernal”.   

De nuevo, la improvisación y la descoordinación, frente al sufrimiento de los ciudadanos y de los sanitarios que se sienten impotentes, y un sistema saturado incapaz de atender toda la demanda por la epidemia de gripe y por otros problemas de salud que dejan de atenderse. Parece que no aprendemos. Institucionalmente hablando. Para colmo, asistimos de nuevo a la utilización partidista de la situación. 

¿Tan difícil es disponer de una autoridad sanitaria con capacidad ejecutiva, que coordine las Comunidades Autónomas y el Ministerio, basando sus propuestas en un órgano técnico con recursos y competencia científica, como la nonata Agencia Estatal de Salud Pública, que parecía que todos estábamos de acuerdo en crear después de la pandemia? Una Agencia que, por un lado, se comunica, a los ciudadanos para transmitirles un mensaje tranquilizador sobre lo que deben hacer ante una epidemia de gripe para no saturar las urgencias, pues no hace falta acudir a ellas si se trata de una persona previamente sana. Por otro lado, debe liderar junto con el sistema asistencial, primaria y hospitales, de las Comunidades Autónomas una atención domiciliaria efectiva, presencial o remota, para que el ciudadano no se sienta abandonado, y como consecuencia acuda a urgencias a buscar ayuda. Así como la coordinación con la Seguridad Social para que se agilice la gestión de la baja laboral en caso de enfermedad, como ya se hizo durante la pandemia. Sin olvidar la activación de las medidas preventivas no farmacológicas que han demostrado ser efectivas, no solo las individuales como la mascarilla, sino también las colectivas como la ventilación de los espacios compartidos. 

No todas las epidemias son iguales, pero la responsabilidad política es siempre la misma. Los ciudadanos no pueden ser abandonados a su suerte, y los responsables sanitarios deben ponerse de acuerdo.