Limón & vinagre
Emma Riverola

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Escritora

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Rishi Sunak: agarrado a una balsa

Al fin, la constatación: el pasado imperial no ha regresado a Reino Unido después de romper con la Unión Europea

El primer ministro británico, Rishi Sunak.

El primer ministro británico, Rishi Sunak. / JASON ALDEN / POOL / EFE

Si teníamos alguna duda de que la discriminación rima con miseria y no con el tono de la piel, Rishi Sunak nos lo ha aclarado. En octubre de 2022, el político entró ufano a Downing Street. Con su tez oscura, su ascendencia india y, también, con sus trajes impecables, un título de Oxford y una fortuna de cientos de millones de euros. Su llegada al poder no es el triunfo de la integración, más bien el avance de la desigualdad y la crueldad. El primer ministro trata de permanecer a flote exhibiendo el maltrato a los inmigrantes. Pero nada, ni así. Los oráculos -y los resultados de las recientes elecciones municipales en Inglaterra y Gales- hacen presagiar que su final está cerca. 

Los conservadores británicos no levantan cabeza. Sunak es la tercera apuesta en una misma legislatura. Ocupó el puesto de Liz Truss, ¿alguien la recuerda? Consiguió un par de récords. Ser la primera ministra más breve de la historia británica, 49 días, y consiguió ponerse en contra a la práctica totalidad de su país. Antes de ella, estuvo Boris Jonhson. Ya saben, el del flequillo descontrolado. También conocido por tirar adelante el acuerdo del Brexit, realizar fiestas privadas en pleno confinamiento pandémico y mentir sin ningún rubor. Sunak, Truss y Johnson, tres desastres conservadores que trataron de enderezar, inútilmente, una economía golpeada por el Brexit.

Después de un tsunami de embustes, llegó la resaca de la realidad. En la playa han quedado los restos del naufragio. Al fin, la constatación: el pasado imperial no ha regresado a Reino Unido después de romper con la Unión Europea. Parece que la hora de los conservadores está tocando a su fin. Antes, toca recoger los pedazos de la debacle y parece que esta tarea le va a tocar a Sunak. Incapaz de mejorar la economía, las condiciones de vida y el sistema de salud -verdaderas preocupaciones de los ingleses-, solo le queda hacer la vida imposible a los más vulnerables. 

Horas antes de las elecciones municipales del pasado jueves, la policía británica empezó a detener inmigrantes en situación irregular. Un impúdico acto de campaña. Los arrestados fueron sacados de sus casas esposados, rodeados de policías, y metidos en furgones: la perfecta escenificación de un delincuente peligroso. En principio, los apresados quedarán retenidos hasta julio, cuando está previsto iniciar los vuelos a Ruanda. Cualquier solicitante de asilo que haya llegado al Reino Unido después de enero de 2022 puede ser enviado al país africano, allí se procesará su petición. Sunak insiste en que la medida tiene un valor disuasorio. Una mentira más. La cifra de inmigrantes que están cruzando desde Francia no deja de aumentar. Además, las tensiones con Irlanda se han disparado, muchos migrantes que temen ser detenidos están huyendo a Irlanda. ¿Acaso el primer ministro creía que unas personas que han arriesgado su vida para labrarse un futuro se quedarían de brazos cruzados esperando ser deportadas?

El Tribunal de Derechos Humanos ya detuvo un primer vuelo con destino a Ruanda. El Tribunal Supremo del Reino Unido ha declarado ilegal el tratado firmado con el país africano. Aun así, Sunak sigue empecinado en su idea y ha conseguido que la Cámara de los Lores dé su aprobación a la Ley de Seguridad de Ruanda. En realidad, el plan es una majadería. Apenas se conseguirá expulsar a unos cientos de migrantes, miles se quedarán. El coste de cada deportación es elevadísimo. Las balsas no dejarán de llegar. Y, encima, el gobierno deberá afrontar un previsible alud de demandas. 

El discurso del Brexit, como todo relato que se sustenta en la identidad, siempre tuvo un componente cerrado, ensimismado y xenófobo. Sunak ha dado un paso más en el discurso populista tratando a los inmigrantes como piezas que deben ser excretadas de la sociedad británica. Con su acción, se pretende romper cualquier vínculo emocional entre autóctonos y recién llegados. Señalar a estos últimos como seres inferiores, sin derechos e indignos de compasión. La propuesta es ineficaz e inviable, pero, sobre todo, es cruel: el gobierno de Ruanda puede devolver a los deportados al país del que huyeron. Aberrante. El escritor Owen Jones ha apuntado que Sunak “está utilizando el miedo para construirse una balsa salvavidas. Pero la gente lo detendrá”. Ojalá sea así. Mientras, habrá provocado el sufrimiento de miles de personas y devaluado, un poco más, la imagen de Reino Unido.