Las uvas de Nochevieja con Jack Lemmon
El errático 2023 merece un final luminoso como el de ‘El apartamento’
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Me acuerdo de las Nocheviejas en Studio 54, la discoteca del Paral·lel, así bautizada en honor del mítico garito neoyorquino. Me acuerdo, sí, del bum bum bum que reverberaba en las paredes negras, de los cortes de pelo y las pintas que lucíamos, de la mezcolanza del paisanaje y sobre todo del momento estelar en que, desde la enorme lámpara de araña, una lluvia de confeti y globos se derramaba sobre el éxtasis de la muchedumbre en la pista central.
También, del chocolate caliente en vasitos de plástico. Ah, qué tiempos; el burbujeo de la Barcelona ochentera y la energía de entonces, cuando, en ausencia de taxis y sobre unos taconazos de aúpa, te plantabas en el Drugstore de paseo Gràcia en cuatro zancadas y sin que se resintieran los tobillos, mientras el primer día del año comenzaba a clarear sobre las azoteas.
Ahora, en cambio, los planes para la última noche permanecen deshilachados hasta el último minuto. Si alguien logra sacarme de casa, saldré cuál cebollino recién arrancado y con el pijama (metafórico) debajo del abrigo, igual que Jack Lemmon en ‘El apartamento’. En la película, encarna a un oficinista del montón que, con el fin de ascender en la compañía de seguros donde trabaja, presta su pisito de soltero a algunos jefazos, señores casados, para que puedan echar una cana al aire con la secretaria de turno o con la ascensorista: la bellísima Shirley MacLaine (por cierto, cumplirá 90 años el próximo abril).
La raqueta de tenis
No recuerdo si en ‘El apartamento’ figura que es Nochebuena o Nochevieja. Da igual. En ese ambiente festivo, de serpentina y despiporre, el gran Jack Lemmon, con el pijama bajo el pantalón, digo, se ve obligado a matar el tiempo bebiendo martinis en una coctelería, uno detrás de otro, mientras va componiendo una flor sobre la barra con las aceitunas pertinentes ensartadas en sus palillos. Acaba bailando con una desconocida hasta que puede regresar a casa, una vez ha terminado la fiestecita ajena en su salón. Desde que la vi por primera vez, tengo ganas de colar los espaguetis con una raqueta de tenis.
Bien mirado, no sería mala opción comerse las uvas en casita, en el sofá, volviendo a disfrutar de la peli después de las campanadas. Qué obra maestra se marcó Billy Wilder con un guion perfecto que pivota sobre tres simples objetos: una llave —la del apartamento para las citas—, el espejo roto de una polvera y un corcho de champán. Qué diálogos. Un año tan errático como 2023, plagado de violencia y giros de trama, merece un final de recogimiento y bata de cuadros. De jugar al Remigio con cartas de póquer. De verlas venir, de barajar los naipes con calma y confianza, y ver qué pasa. «Shut up and deal», le dice Shirley MacLaine a su enamorado Lemmon. No diga más y juegue.
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