Carme Riera: academia y pedagogía

Es caprichoso el azar. Como en la canción de Serrat, fue sin querer que en la larga sobremesa de Navidad se colara la crisis de la enseñanza. Opiniones diversas y complementarias, variedad de argumentos vividos, poca sorpresa por los datos negativos y una crítica detallada al sistema, convertida en feroz cuando salió a relucir la carta remitida por la consellera Anna Simó a los padres. Tras leérsela varias veces, todos coincidieron en haberse sentido acusados de falta de atención a sus hijos. Reivindicaron su compromiso, dedicación y esfuerzo y se sumaron a la indignación por lo que entendieron que era una defensa cerrada del profesorado al que, en el mejor de los casos, le corresponde la parte alícuota del cataclismo. Cosa distinta es que esto se admita en público, por las razones históricas de un condicionante gremialista del debate que marca las políticas educativas desde ya nadie recuerda cuándo. Menos ideología y más pedagogía, clamó uno de los progenitores, mientras censuraba la salida de tono del Departament, señalando la inmigración como problema.

Algo grave está sucediendo cuando al president Aragonès le faltó tiempo para convocar una reunión con los otros partidos. Se creará una comisión de profesores y expertos para analizar las causas, decidieron. La comprensión lectora y la caída preocupante en el dominio de las dos lenguas cooficiales indica que algo va peor de lo esperado. Se atribuye a la pandemia el motivo pero la debacle viene de lejos sin que las correcciones hayan sido acertadas, como recuerda el pedagogo Gregorio Luri. Con su ironía habitual, el profesor insta a fijarse más en Valladolid y menos en Finlandia por los excelentes resultados de Castilla y León y el revisionismo actual al que se somete el país nórdico.

Quiso la casualidad que, 48 horas después del revés Pisa, la RAE hiciera público su informe en el que lamenta que el encadenamiento de leyes educativas no haya supuesto una mejora notable de la enseñanza. Una de sus autoras es Carme Riera Guilera (Palma, 12 de enero de 1948).

La prolífica escritora catalano-mallorquina, alumna aventajada de los clásicos, profesora de sus enseñanzas y académica forjada en las aulas, firma con otros compañeros un documento en el que se denuncia la confusión entre competencias y contenidos, que se impartan lengua y literatura como una sola asignatura y que se carezca de un pacto de Estado que sobreponga la educación como un bien superior y afianzador de la democracia. Señala, además, la precariedad de maestros y profesores y la existencia de una cartera de suplentes e interinos, algunos de los cuales ya fueron víctimas de la misma falta de preparación que pueden trasladar ahora a sus alumnos.

Partidaria de dejar el móvil fuera de las aulas, Carme no entiende que la literatura no forme parte de la selectividad, a diferencia de aquellos países que demuestran amor a sus escritores. Y defiende el bilingüismo como una riqueza tan incuestionable como su contundente autoridad, disimulada por la dulzura de su voz. Ella sabe que los jóvenes reclaman sobre todo profesores que vivan con pasión y verdadero interés la disciplina que imparten, como escribe Nuccio Ordine en 'Clásicos para la vida' (Acantilado). Libro tan imprescindible para este debate como el documento de la RAE. Y ambos textos ineludibles para cualquier comisión.

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