Décima avenida

Tiempo de decisiones existenciales para Israel

El rechazo de Netanyahu a un Estado palestino coloca a Israel en una situación muy delicada en la gestión del conflicto

Ilustración

Ilustración / Leonard Beard

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

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Binyamin Netanyahu ha admitido su orgullo por haber impedido la creación de un Estado palestino. Esta ha sido su visión desde que alcanzó por primera vez la jefatura del Gobierno israelí en 1996 y ha tenido éxito en ello, es innegable. Hoy un Estado palestino es inviable, como indican desde hace tiempo los informes que se amontonan en las cancillerías occidentales. Otro asunto, como apuntan muchos israelís y amigos leales de Israel, es si en su empeño Netanyahu ha puesto en peligro la misma existencia de Israel como Estado democrático y judío.

¿Qué implicaciones tiene que Israel rechace la solución de los dos Estados y qué alternativas hay? No muchas, por no decir que solo una. “Si llega el día en que la solución de los dos Estados fracasa, y nos enfrentamos a una lucha a lo Sudáfrica por el mismo derecho a voto, entonces, en el mismo momento en que esto suceda, el Estado de Israel se habrá acabado”. Son palabras de Ehud Olmert, primer ministro israelí, en noviembre de 2007, al término de la cumbre de Annapolis en la que la administración Bush anunció la creación en 2008 de un Estado palestino.  

La frase de Olmert condensa el nudo gordiano del conflicto, la encrucijada de Israel. A base de victorias militares indiscutibles desde 1948, Israel controla hoy la totalidad de la tierra de la Palestina del mandato británico, el Eretz Israel del proyecto sionista. Gestiona, también, a toda la población, desde los ciudadanos israelís de pleno derecho hasta los habitantes de Gaza que dependen de la ayuda externa para sobrevivir, por poner los dos extremos. La creación de un Estado palestino bajo la ecuación paz por territorios supondría que Israel renunciara a parte de la tierra que ahora controla bajo ocupación y administración militar. Si no se crea un Estado palestino, ¿cómo se gestiona a la población palestina, varios millones de personas? Otorgarles el voto, darles plenos derechos de ciudadanía, supondría que Israel ya no sería el Estado para el pueblo judío, sino un Estado binacional. No otorgar a los árabes plena ciudadanía, el ‘statu quo’ actual en los territorios ocupados, supone tener en vigor en el mismo territorio dos sistemas legales, uno para judíos con plenos derechos, y otro para los árabes. Este es el espectro de Sudáfrica al que se refería Olmert y, además, una fuente de perpetua inseguridad, como se vio el 7-O. 

El dilema surge cuando se habla de Gaza después de la actual ofensiva militar. La brutal destrucción de las infraestructuras y viviendas hacen inviable la vida en la franja. Tarde o temprano habrá que reconstruirla (será interesante ver con el dinero de quién). ¿Cuáles son los escenarios posibles?

1. El más soñado por los sionistas más ultras es que la población palestina huya a Egipto y que Israel se quede la franja sin la población. No sería algo nuevo (eso fue 1948, la ‘nakba’) y ha sido muy teorizado: la extendida propuesta de que los países árabes deberían acoger a sus hermanos palestinos significa esto, que millones de personas abandonen sus hogares y su tierra. ¿Se puede en 2023 vaciar así un territorio? Es una buena pregunta para Occidente.

2. Escenario pre-Oslo: Israel asume el control total de la franja, tanto de la población como de la tierra. Si bien es muy probable que Israel ocupe amplias zonas fronterizas de Gaza para impedir ataques palestinos, e incluso que reemprenda la colonización, es difícil de creer que asuma la responsabilidad directa sobre la población de esta Gaza en ruinas. No gana nada y tiene mucho que perder.

3. Escenario Oslo: La ANP asume el control de Gaza. Pero es muy improbable que acceda sin hablar de un Estado palestino, de Cisjordania y de Jerusalén.

4. Intervención internacional. Se ha especulado al respecto. Sería inédito, ya que Israel considera el asunto palestino un tema interno en el que no quiere injerencias.  

Gaza, pues, ejemplifica hoy el dilema de Israel: si se queda la tierra, debe gestionar a la población palestina en un régimen impropio de una democracia para continuar siendo un Estado exclusivamente judío. Si no quiere a la población, debe o bien expulsarla o bien renunciar a la tierra. Lo cual lleva a un quinto escenario: ninguna solución estable, puño de hierro, estado de guerra continuo. Justo lo que saltó por los aires el 7-O. Llegan tiempos trascendentales, existenciales, para Israel.

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