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Cumbre de Dubái: convertir en fósiles a los fósiles

El presidente de la cumbre del clima de Dubái, Sultan Al Jaber, al salir de un plenario junto a sus asesores.

El presidente de la cumbre del clima de Dubái, Sultan Al Jaber, al salir de un plenario junto a sus asesores. / Hannes P. Albert / DPA / Europa Press

Albert Sáez

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Tony Blair, al firmar el pacto de disolución del IRA, sentenció que un buen acuerdo implica aceptar una misma palabra que las partes interpretan de manera distinta. La cumbre del clima de Dubái ha finalizado de esta manera. La expresión "dejar atrás" significa para unos un paso irreversible que otros interpretan como una prórroga 'sine die'. Lo cierto es que por primera vez la cumbre acaba poniendo nombres y apellidos a los principales responsables de la crisis climática: los combustibles fósiles y aboga descaradamente por las energías renovables. La otra clave es la definición de la transición energética que tiene por objetivo las emisiones cero en el 2050 y que exigen tienen que ser "justa". Algunos nostálgicos de los relojes parados en las cumbres de París y Río añoran aquellos tiempos para menospreciar el acuerdo de Dubái. Hay una lectura positiva: la conciencia medioambiental ya es imparable de manera que nadie discute el qué sino el cómo. Este es nuestro balance como diario comprometido con el planeta que hemos contado desde primera línea el resultado de la Cumbre de la mano de nuestra experta, Valentina Raffio.

Convertir los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) en fósiles significa un giro copernicano de la economía global que tiene ganadores y perdedores. De manera que alcanzar ese ideal de justicia no es fácil. Quienes ya han renunciado a la economía de los combustibles fósiles (como por ejemplo las cuencas mineras asturianas) son ahora exigentes con los que pretenden resistir, especialmente las petrodinastías. Hay muchas voces, por ejemplo, que alertan de los costes que puede tener para Europa abanderar el cambio energético por la pérdida de competitividad que puede significar a corto plazo. Pero la amenaza es también una oportunidad: Europa ha sido la principal beneficiaría de la energía barata producida con los combustibles fósiles y ese capital acumulado lo tiene que saber invertir para liderar la nueva etapa. Y eso no depende de Dubái sino de los propios gobiernos y ciudadanos de la UE para aceptar, por ejemplo, que el capital acumulado por la explotación del petróleo se invierta en este continente. No nos podemos permitir fosilizarnos con el petróleo, el gas y carbón. 

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