Periodista y escritora
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Prisas y temeridad hasta en la conquista del Everest
La lógica implacable de las máquinas, en el techo del mundo
Un 25% de la población mundial, en riesgo por el derretimiento de los glaciares del Himalaya
La triste historia del sherpa Mohammed Assan: cuando la cima se antepone a la vida
Afilé el lápiz con el sacapuntas y anoté con caligrafía esmerada: «Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen…». Lo dice un personaje de Carmen Martín Gaite en la novela ‘Caperucita en Manhattan’. Apunté la frase hará cosa de un par de meses, y ahí quedó el asunto, hasta que el domingo del puente leí una noticia bien rara que la sacó de la recámara como un resorte alarmado: resulta que el monte Everest ha batido dos veces en un mismo año el récord de muertes en ascensión.
Según el portal The Himalayan Database, en 2023 han fallecido 20 alpinistas durante el ascenso hasta la cima, en lo que supone la cifra más mortífera en 70 años, desde que Edmund Hillary y Tenzing Norgay alcanzaron por vez primera la cumbre, el 29 de mayo de 1953. La mitad de las muertes se ha producido por los riesgos inherentes a la escalada; esto es, el mal de montaña, el bajo nivel de oxígeno en altitudes extremas. Pero, según los expertos, se han añadido posibles nuevas razones.
PREMURA POR CORONAR
Por una parte, los estragos del cambio climático: mientras algunos alpinistas notan la montaña «más fría» que en anteriores ascensiones, con temperaturas de hasta 40 grados bajo cero, cuando deberían ser más ‘cálidas’, otros hablan del desprendimiento de bloques de hielo por el calentamiento global. Por la otra, a lo que vamos, las muertes también se deben a la impaciencia y la temeridad. El periódico británico ‘The Guardian’ ya informó en mayo de que el Gobierno de Nepal había emitido el mayor número de permisos de escalada de todos los tiempos (479), documento imprescindible para acceder a la montaña. Al mismo tiempo, los organizadores de expediciones vienen advirtiendo de que personas con poca o ninguna experiencia se han aventurado a la escalada, relajando las medidas de seguridad debido a las «prisas por coronar».
Rebusqué entonces a Martín Gaite en la libreta, la cita que apela por una vida más despaciosa y reflexiva. ¿Se escala también con prisas y por el 'selfie'? Creía, ingenua de mí, que la conquista del Himalaya era una empresa reservada a los valientes, una experiencia casi mística, de autoconocimiento, de unión con la naturaleza y de aceptar la insignificancia humana frente a la inmensidad. En el mes de julio, un porteador paquistaní de 27 años, Mohammed Assan, sufrió un accidente en el K-2 y fue abandonado a su suerte; unas 130 personas, entre clientes escaladores y sherpas, fueron pasando por encima de su cuerpo hasta que expiró. La competitividad y la lógica implacable de las máquinas también han alcanzado el techo del mundo.
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