La elección de candidato

Aragonès o Junqueras, un debate postizo

Al republicanismo catalán le queda por definir la política de alianzas

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El líder de ERC, Oriol Junqueras, y el 'president' del Govern, Pere Aragonès.

El líder de ERC, Oriol Junqueras, y el 'president' del Govern, Pere Aragonès. / EFE

Joan Tardà

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A medida que ha ido cuajando el acuerdo de las fuerzas independentistas con el PSOE y la reclamación de amnistía se convertía en proyecto de ley, los focos han ido convergiendo en el futuro político de Aragonès y Junqueras. Interés comunicativo que sobrepasa la agenda diaria del primero, como president de la Generalitat, y las actividades del segundo como máximo dirigente de ERC. Un hecho inevitable porque 2024 se presenta con la cita de las elecciones europeas de junio y con las catalanas a celebrar a lo sumo en febrero de 2025, es decir convocadas a finales de año. Dos llamamientos a las urnas generadoras de largas campañas electorales donde los posicionamientos tácticos, la demoscopia y las consignas propagandísticas ocuparán todo el espacio mediático de la mano de los comunicólogos y expulsarán por mandato de las encuestas reflexiones demasiado complejas por parte de los dirigentes.

Aragonès y Junqueras tendrán que hacer frente a la pregunta de quién de los dos encabezará la candidatura republicana a la Generalitat. De hecho, últimamente al president ya le ha ocurrido y ha salido adelante con el argumentario de manual para estos casos, respondiendo que está a disposición de su organización. Así lo expresó en la entrevista que concedió a Ariadna Oltra en TV3.

Añade dosis de interés para los medios que hubiera accedido al cargo por delegación, como si tomara posesión de una vicaría, a raíz del encarcelamiento de Junqueras y que el éxito de la ley de Amnistía pudiera otorgarle la restitución de un legítimo liderazgo gubernamental. Una incógnita que también tendrá que resolver Junts per Catalunya respecto a una hipotética candidatura liderada por Puigdemont, aliviada, en su caso, por el hecho de que, situados en la oposición, ninguno de sus correligionarios ocupa un cargo institucional relevante. Un escenario que da una cierta ventaja al PSC porque, a diferencia de los dos partidos independentistas, no tendrá que invertir energías en resolver la incógnita del candidato. Al fin y al cabo, un problema menos para ellos. Ciertamente, en las vidas internas de los partidos, destilar “quién” no siempre actúa como plataforma de despegue de la autoestima de la organización y puede acabar generando desequilibrios, despertando empatías o decantando intereses y bandos en los entornos de los dirigentes. 

Ejemplos, en nuestro país, ha habido en todas las casas, razón por la que las bases de los partidos, depositarias de la memoria y 'pal de paller' de las organizaciones, siempre apelan a la responsabilidad de los líderes para preservar los intereses colectivos.

Que las organizaciones políticas tienen la obligación de mirar de presentar el candidato más adecuado para la batalla electoral es tan evidente, como engañoso y de poco recorrido es aparcar el 'qué' y el 'para qué'. O dar por decidido 'con quién'. Por eso, tal vez interesaría al republicanismo catalán que Aragonès y Junqueras intentasen saltar la valla del redil en el que se los pretende colocar. Liberados de la anécdota, que no por importante deja de serlo, estarían en condiciones, ellos y los afiliados de ERC, de encarar la categoría.

Efectivamente, al republicanismo catalán, atendiendo a la unanimidad con la que sus afiliados ratificaron la estrategia de la construcción de un camino ancho para encajar y compartir mayorías heterogéneas para lograr el ejercicio del derecho a la autodeterminación, le queda por definir la política de alianzas. En definitiva, si la 'vía amplia' consagrada en los últimos congresos equivale a un frente de izquierdas o a uno de carácter nacionalista. En otras palabras, el republicanismo deberá dilucidar si aspira a construir mayorías a partir de la complicidad activa con el independentismo de Junts, suficientemente conservador socialmente como para hacerse atractivo para los sectores más inmovilistas del PSC que añoran la sociovergencia. O bien, si explora las potencialidades de un gobierno con el resto de fuerzas de izquierda, independentistas, soberanistas o federalistas, para acelerar la construcción de una solución referendista en que la gran mayoría de la ciudadanía se sienta reconocida en el marco de una sociedad catalana tan aceleradamente cambiante como intensamente estresada: fractura social, precariedad económica de las clases populares, retroceso del uso social de la lengua y desnacionalización creciente.

Seguro que el electorado progresista potencialmente interesado en el republicanismo se siente más atraído por esta vertiente del debate que no sobre qué persona recae la figura de candidato. Por buenos políticos y buena gente que sean, en el caso de ERC, ambos, tanto Junqueras como Aragonès. ¡Que lo son!

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