Complicidad

Euskadi-Catalunya: ¿nueva era?

La relación de Junts y PNV se reforzará considerablemente, y se convertirá en una fuerza poderosa dentro de la alianza de la investidura

Junts y PNV se coordinarán en el Congreso para que Sánchez "cumpla" los pactos

PNV y Bildu se renuevan para competir por el Gobierno vasco

El Deustobarómetro apunta que el porcentaje de vascos que desea la ruptura desciende al 16%, cada vez a mayor distancia del apoyo al independentismo en Catalunya

El Deustobarómetro apunta que el porcentaje de vascos que desea la ruptura desciende al 16%, cada vez a mayor distancia del apoyo al independentismo en Catalunya / EFE / LUIS TEJIDO

Pilar Rahola

Pilar Rahola

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Desde los tiempos nostálgicos de los Galeusca, la gloria de los cuales se limitó a la vinculación literaria, la relación entre Euskadi y Catalunya ha pasado por varias etapas, la más difícil, probablemente, durante el ‘procés’ catalán. Es cierto que, a pesar de los múltiples vaivenes, siempre ha habido una relación cómplice entre los partidos que han defendido las dos causas nacionales, con la frontera ideológica situada entre el catalanismo político (desde CiU a Junts) y el PNV en un lado, y el movimiento abertzale y ERC, en el otro. Pero es igualmente cierto que esta complicidad, basada en la simpatía por las mutuas causas y el problema común con España, también se ha definido por un recelo ‘each other’ por las estrategias seguidas. La letanía “los vascos van a lo suyo y nunca nos ayudan” ha conformado el pensamiento político catalanista durante décadas, especialmente por las maneras de hacer del PNV en Madrid, que siempre ha sabido aprovechar las crisis entre Catalunya y España, para sacar rédito en las negociaciones. Los últimos años, con la política de baja intensidad nacional de Urkullu y su poca empatía con la situación represiva en Catalunya, este recelo se ha convertido en una idea-fuerza, insistentemente repetida en los círculos independentistas. De hecho, se podría decir que ha sido una de las etapas de peor relación entre los partidos de ambas naciones, a pesar de las apariencias públicas y las inequívocas muestras de solidaridad popular en las calles de Euskadi.

Pero lo dice la expresión latina, “tempora mutantur, et nos mutamur in illis” y ciertamente esta es la consecuencia: el cambio de los tiempos modifica actitudes, decisiones y personas. Así ha sido con la transformación radical de alianzas en la política española, a raíz de los resultados electorales: la división del mapa político español en dos territorios separados por una frontera que, a estas alturas, parece impenetrable. En uno de los territorios, PP, Vox y todo el espacio político situado a la derecha de la derecha extrema, monstruos del pasado incluidos; y en el otro, una mezcolanza de opciones políticas que van desde el PSOE y los restos de las izquierdas alternativas hasta las opciones enraizadas en la lucha de las naciones históricas. Es un panorama nuevo que dinamita completamente la práctica de aciaga memoria de los “pactos de estado” entre PP y PSOE, y parece abrir la posibilidad de caminos no transitados.

Uno de ellos es el fortalecimiento de los pactos entre los partidos vascos y catalanes, con alianzas estratégicas que refuerzan la mirada periférica frente a la España unitarista. Estos días hemos podido tener un primer bocado de manera muy nítida, con iniciativas vinculadas a destapar la guerra sucia contra el independentismo: Junts y PNV han registrado la petición de comisiones de investigación por el 17A y por la Operación Catalunya; y ERC, con Bildu y BNG, lo ha registrado por el escándalo Pegasus. Pero lo más explícito ha sido el anuncio de Turull asegurando que Junts y PNV coordinarán sus votos en el Congreso, teniendo en cuenta las muchas coincidencias ideológicas. Este hecho deja dos bloques diferenciados dentro del paquete de partidos de la investidura: ERC con Bildu y BNG, dentro del paquete del PSOE y Sumar; y PNV y Junts como frente propio. Es decir, pesa el eje ideológico en el primer caso, y el nacional en el otro. ¿Esta nueva situación implica un cambio de paradigma en las relaciones entre los partidos soberanistas y/o independentistas de Euskadi y Catalunya? ¿Se han superado los recelos de los últimos tiempos? ¿Se abren perspectivas de alianzas a otro nivel como, por ejemplo, las europeas?

La mayoría de estas respuestas exigen cierta prudencia, porque, por mucho que les una el conflicto con España, ni la realidad ni los intereses de cada nación lo hacen fácil. En las elecciones europeas, por ejemplo, es muy probable que Junts vaya solo, teniendo en cuenta la fortaleza de su posición en el contexto europeo. Otra cosa es ERC, que ya hace mucho que prima la cuestión ideológica en sus alianzas y, además de Bildu, podría abrirse a algún tipo de pacto con Podemos. Pero más allá de las elecciones, parece claro que la relación de Junts y PNV se reforzará considerablemente, y se convertirá en una fuerza poderosa dentro de la alianza de la investidura. Una fuerza que puede marcar los momentos más álgidos de la legislatura.