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Juli Capella

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Arquitecto

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Proteger el mercado, el de alimentos

La presencia de paradas vacías alerta sobre la vigencia del modelo de los mercados municipales

Los mercados de Barcelona pierden 2.000 negocios en dos décadas, más del 60% de sus puestos

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Una pescatera en el mercado de Lesseps, en Barcelona.

Una pescatera en el mercado de Lesseps, en Barcelona. / RICARD CUGAT

El 70,6% de los barceloneses compran en el mercado. Casi la mitad lo hace una vez por semana. El barcelonés califica sus mercados con un 7,5 y se siente orgulloso de la Boqueria –pero dejemos esta singularidad para otro día–. Prácticamente el 10% del comercio ciudadano se realiza en los mercados, factura 1.100 millones y recibe 63 millones de visitas. Los mercados están bien repartidos, a menos de 10 minutos en la mayoría de barrios. Pero en los años 60 y 70 del pasado siglo la llegada de supermercados, hipermercados y centros comerciales más tarde les fueron mermando clientes. En 1992, ante la crisis, se creó el Institut Municipal de Mercats de Barcelona, que ha ido monitorizando el sector, cerrando algún centro y renovando de forma ejemplar otros.

Pero vemos cómo algunos mercados van acumulando paradas vacías ofreciendo un aspecto algo deprimente. Ahora se ha cuantificado: 918 vacías respecto a 4.699 activas. Un preocupante 16%, aunque se argumenta que muchas están en trámite de reforma y que en realidad solo hay 6,3% inactivas. Algunos, como el de Montserrat, en Nou Barris, tiene el 54% de paradas vacías, el de Hostafrancs, el 31%. El problema es, por un lado, el precio de subasta de las paradas respecto a su rentabilidad. Pero también hay un tema de gestión. Llevar una parada representa un horario muy exigente, que antes algunas familias abordaban, pero que hoy resulta más difícil.

¿Qué hacer con esas paradas vacías? Pueden buscarse usos alternativos compatibles con el lugar, pero también pueden liberarse para crear espacios comunes. Algunos mercados lo han hecho y han generado zonas de convivencia, aulas de cocina... O juegos para los niños, como hace el Mercat de la Concepció para que los padres puedan comprar los sábados. Los mercados están muy densificados y cierto esponjamiento está más acorde con los estándares actuales circulatorios.

Ahora bien, ¿hay que permitir paradas de degustación? Si no se limita, es contraproducente. Ya está causando problemas en algunos lugares. ¿Y permitir restaurantes? Tampoco, a no ser que deje de ser un mercado –equipamiento– y se convierta en otro negocio dentro del mismo edificio. Este ha sido el destino del Mercado de San Miguel en Madrid, el de Colón en Valencia –que mal usan el nombre de mercado–, pero también el fallido de la Merced en Málaga que ahora volverá a ser mercado. Pero no es conveniente mezclar los usos porque acaba mandando el más fuerte. La ley del mercado, si permiten la broma.

El mercado debemos identificarlo y preservarlo por sus valores –hace barrio, vas a pie, hay producto fresco, alimentos de proximidad, servicio personalizado "¡reina!", precio justo, valores ecológicos– y añadir lo que le falta. En 2020 se anunció un Marketplace 'on line' de 2.000 paradas que aún no llega. Seguro que haría las paradas más apetecibles y rentables. Y para el cliente, la opción saludable y tradicional, pero con la comodidad de elección sin colas ni trasiegos. Protejamos los mercados, que con la debacle medioambiental alimentaria que se avecina, van a ser un refugio.