La amnistía

Puigdemont se hace de rogar

Sería deseable que el inquilino de Waterloo se coma también algún sapo, como han hecho los socialistas, y se comprometa a no repetir sus comportamientos de 2017

La reunión de Puigdemont con la dirección de Junts termina sin acuerdo sobre el pacto con el PSOE

Las negociaciones de la investidura de Pedro Sánchez, en directo

El 'expresident' de la Generalitat, Carles Puigdemont.

El 'expresident' de la Generalitat, Carles Puigdemont. / Angel Garcia / Bloomberg

Rosa Paz

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Estaba todo preparado para que PSOE y sus socios presentaran este jueves la proposición de ley de amnistía, o como acabe llamándose, en el registro del Congreso de los Diputados y para que la próxima semana, los días 8 y 9 seguramente, se celebrara el pleno de investidura de Pedro Sánchez, pero Carles Puigdemont decidió en el último momento retrasar su visto bueno al acuerdo. Se supone que lo hizo la dirección de Junts, pero nadie duda de que es él el que la controla, así que hacerse de rogar parece ser cosa suya. Hay algo en la exposición de motivos o en la propia ley que no le gusta. Está claro que los socialistas y su líder se han tenido que tragar algunos sapos y parece lógico que eso, amnistiar a los imputados por el ‘procés’, tenga contrapartidas por parte de Puigdemont que vayan más allá de que los siete diputados de Junts voten la reelección de Sánchez como presidente del Gobierno. Sería deseable que el inquilino de Waterloo se coma también algún batracio y se comprometa de alguna manera a no repetir sus comportamientos de 2017. Sería lo justo.

Podría ser también que Puigdemont no quisiera compartir protagonismo con Oriol Junqueras y ERC, que este jueves cerraron el acuerdo con el PSOE. Puede ser que quiera el foco para él solo. Al fin y al cabo es él el que se había negado a negociar nada con el Gobierno o con el PSOE, a los que denostaba duramente, y, por tanto, él es la noticia por tener que deglutir sus propias palabras. No tanto así Esquerra, que ya pactó con Sánchez en la legislatura pasada y lo ha hecho de nuevo. Ha acordado una amnistía de la que aún se ignora en qué consiste, a quién alcanza (a todos, dice Junqueras), cómo se justifica y qué contrapartidas incluye, más el traspaso de Rodalies y la condonación del 20% de la deuda catalana. Un acuerdo que según el ministro Félix Bolaños sirve para pasar página, cerrar la fractura con Catalunya y garantiza “una legislatura estable”.

No es imposible que la legislatura sea estable, como dice Bolaños, pese a la heterogeneidad de los aliados y la conocida volatilidad de algunos de ellos, pero lo que sí es seguro es que será bronca. Más incluso que la legislatura pasada, cuando pareció que en algunos momentos se sobrepasaban todos los límites. No se conocían todavía los términos de los acuerdos del PSOE con ERC y con Junts, aún no se conocen, pero el expresidente José María Aznar ya urgió a “actuar” contra Sánchez, al que calificó como “un peligro para la democracia”. Tan acostumbrado está este país a las hipérboles que una apelación como esa, que supone el inicio de la guerra sin cuartel contra el líder socialista y su Gobierno, ni siquiera llama la atención. Se puede entender que los pactos con los independentistas sean indigeribles para las derechas, también son difíciles de digerir para muchos votantes de izquierdas, incluso en Catalunya. Pero un llamamiento a “actuar” contra un presidente legítimo, respaldado por una mayoría parlamentaria legítima, se puede entender de muchas maneras y casi ninguna buena.

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