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Josep Maria Fonalleras
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Avishai Margalit: la decencia del pensador

El filósofo israelí, defensor de los derechos humanos en los territorios ocupados, considera que las relaciones políticas robustas no se basan en la sangre o en la tierra, sino en una memoria histórica compartida

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Avishai Margalit

Avishai Margalit

Hay un grupo sionista, en Israel, llamado Im Tirtzu, que más o menos significa 'Si lo Deseas'. Lo que desea es luchar contra los que considera traidores y, por eso, se dedica a señalar con el dedo de la justicia divina a todos los profesores "antisionistas". "Conócelos", dicen los de Im Tirtzu en su página web. Plantan la fotografía del "sospechoso" y se dedican a enumerar los "delitos" que ha cometido.

En el caso de Avishai Margalit, catedrático del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton y catedrático emérito de Filosofía de la Universidad Hebrea de Jerusalén, mencionan, por ejemplo, que fue uno de los ideólogos de la organización B’Tselem, fundada en los años 90 del siglo XX como centro de información para la defensa de los derechos humanos en los territorios ocupados.

También le acusan porque firmó una petición a favor de que los productos elaborados en Israel se calificaran como "hechos en Judea y Samaria" o para que se reconociera el Estado palestino. Y recuerdan que escribió un artículo en 'The Jerusalem Post' a favor de levantar el sitio sobre Gaza, "este castigo colectivo", o que fue uno de los fundadores de la oenegé Peace Now, en 1978, y que apoyó a la entidad Breaking the Silence, formada por exmilitares que explicaban de forma anónima los episodios de violencia en Gaza y Cisjordania, calificada de "anti-israelí" por los radicales sionistas.

Todo esto (y muchas más acciones a favor de la paz) ha hecho a lo largo de su trayectoria el profesor Margalit, quizás no muy conocido aquí, pero uno de los más brillantes pensadores contemporáneos, sobre todo en las áreas de filosofía social y política, religión y cultura, con múltiples estancias en las universidades más prestigiosas del mundo y con varios galardones a sus aportaciones intelectuales.

Cita aplazada

Avishai Margalit tenía que estar en Girona y en Barcelona esta semana, pero se ha visto obligado a aplazar la cita, "en medio de tanta violencia desatada", como comenta su editora catalana, Montse Ingla. Al frente de Arcadia, la editorial que ha publicado dos de los libros de Margalit en catalán, 'La societat decent' y 'De la traïció' [editados en castellano por Paidós y Avarigani, respectivamente], junto con su socio Antoni Munné, hace años que conoce al filósofo israelí. Vino a Girona en 2009 para participar en un acto de la Fundació Jaume Casademont y la Universitat de Girona (UdG) sobre los sectarismos y, después, Munné, entre otras actividades, le invitó al Camp Nou a ver a un Barça que, entonces sí , elaboraba un fútbol más cerca de la poesía que el prosaico fútbol de ahora.

"Tiene una grandísima calidad humana y una cultura inmensa –me comenta Ingla–, y ahora está desolado". En esta nueva visita a Catalunya tenía pensado intervenir en las lecciones de la Càtedra Ferrater Mora de la UdG a partir de reflexiones sobre dos de sus temas primordiales: la sociedad decente y la traición. Y, en Barcelona, en el Ateneu, Margalit quería debatir sobre 'Democracia y sociedad decente: el caso de Israel'. No podrá ser, cuando justamente hacen falta voces cuerdas y propuestas que vayan más allá de los prejuicios.

No es fácil resumir el pensamiento de Margalit, pero una de sus ideas clave es esta: es más realista apostar por una sociedad decente que por una sociedad justa, "que es un concepto sublime, pero difícil de llevar a la realidad". La práctica del respeto, es decir, que "las instituciones no humillen a las personas y que no vulneren sus derechos" está más cerca que la utopía, porque "precede a la idea de dignidad". Escuchar esto, hoy, es revolucionario, de tan obvio como es.

Margalit, que es deudor de Marx, de Wittgenstein, de Spinoza, también incide en la memoria como fundamento de la comunidad y separa ética y moral, porque la primera se refiere a las relaciones densas y consistentes que mantenemos en el entorno más próximo ("thick relationship", según él); mientras que la segunda hace referencia a la regulación de las relaciones más débiles y blandas con los demás ("thin relationship").

Y dice: "Las relaciones políticas robustas no se basan en la sangre o en la tierra, sino en una memoria histórica compartida". Y es aquí donde la "comunidad de la memoria es más importante que la noción de nación". La fraternidad, para Margalit, es crucial para conformar el triángulo ilustrado que se completa con la libertad y la igualdad. La traición, que él ha estudiado a fondo, es una patología de esta fraternidad, la ruptura de unas expectativas, o, como me comenta Montse Ingla, "los compromisos resquebrajados".

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