Cambios de opinión

La leyenda de Waterloo

Puigdemont tiene tendencia a cambiar de parecer, o a jugar con dos barajas. Es legítimo, pero casa poco o nada con su cruzada inclemente contra la estrategia de diálogo y negociación de los últimos años

Las bases del Consejo de la República votarán si Puigdemont debe "bloquear" la investidura

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Sergi Sol

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Cuenta la leyenda que Puigdemont no convocó elecciones en octubre de 2017 por culpa de un tuit de Gabriel Rufián. Al parecer, se indignó el president y pasó en 24 horas de plantear unos comicios a convocar un pleno del Parlament para declarar la independencia. O por lo menos eso se ha insinuado en no pocas ocasiones, enfatizando en los 140 caracteres lanzados al ciberespacio. Cambios repentinos que indicarían una decisión más temperamental que juiciosa.

Santi Vila, el exconseller de Cultura y Empresa de aquel Gobierno, ha vuelto con una de sus verdades, asegurando en la SER que mandatado por Puigdemont (y por Mas) había ido unos meses antes a Madrid para ofrecer un acuerdo de carácter autonómico para aparcar el referéndum. Que Vila hizo por aquel entonces de emisario de Puigdemont es de sobras conocido, tanteando el terreno, sondeando a posibles interlocutores.

Claro que Puigdemont no cuenta para nada ese episodio de la primavera de 2017 en su doble volumen de vivencias de aquellos días. Igual Vila solo cuenta una verdad a medias. O igual es Puigdemont quien se olvidó de contar esa parte de la verdad, igual que revela una versión interesada de lo que se habló en comidas y encuentros privados que son obviamente su verdad. Pero que no encajan en lo vivido por los otros comensales que compartieron mesa con Puigdemont en aquellos agitados tiempos.

La cuestión es que el president Puigdemont tiene tendencia a cambiar de parecer. Lo cual es legítimo. O a jugar con dos barajas, que también debe formar parte de los recursos de un buen estadista. Lo que, en cualquier caso, casa poco o nada con el papel de Puigdemont los últimos años y su cruzada inclemente contra la estrategia de diálogo y negociación. Casa poco el discurso de confrontación retórica, el 'no surrender', con ese pragmatismo bajo mano.

No es baladí cuando hoy los siete escaños de Puigdemont son determinantes para investir a Pedro Sánchez o para dar una segunda oportunidad a Feijóo y la extrema derecha. Parece que el president ha abrazado el acuerdo y negociación que ha menospreciado los últimos seis años. Pero visto lo visto, a saber. Y que los reyes del tuit se anden con cuidado. No sea que alguno le irrite y vuelva a las andadas.

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