Conflicto Gaza- Israel

Vigilia en Palestina

 El dilema ahora es saber el potencial de un conflicto cuya amenaza global ya supera a la invasión rusa de Ucrania, por su capacidad de dividir el planeta. ¿Qué hacer cuando no es posible la paz? 

La ciudad de Rafá  (Franja de Gaza) durante bombardeos israelíes

La ciudad de Rafá (Franja de Gaza) durante bombardeos israelíes / Abed Rahim Khatib/dpa

Rafael Vilasanjuan

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Llevamos viviendo días de vigilia ¿Qué va a pasar? La invasión anunciada de Gaza puede producirse en el breve tiempo que transcurre entre que escribo estas líneas y se publican, o puede permanecer como una sombra en el horizonte que desgaste no solo a Hamás, sino a todos los palestinos que ya no tienen agua, alimentos y medicamentos, mientras arrecian misiles desde el cielo, que muchos asumen como un mal menor y algunos incluso como un ataque justo y necesario, a pesar de que estén arrasando hospitales, escuelas y viviendas familiares. 

Por ahora la paz es imposible. Con el control de Gaza por las milicias terroristas de Hamás y con el Gobierno de Israel más radical de toda su historia no hay espacio para intuirla. El dilema ahora es saber el potencial de un conflicto cuya amenaza global ya supera a la invasión rusa de Ucrania, por su capacidad de dividir el planeta y generar otra falla, esta vez entre el mundo árabe y occidente. ¿Qué hacer cuando no es posible la paz?

Lo primero es tener un análisis certero de lo que está ocurriendo en la guerra, a partir de las prácticas con que se emplean unos y otros. El ataque a Israel fue terrorismo. Bloquear a más de dos millones de personas en un territorio, obligarles a abandonar sus casas bajo amenaza de muerte segura, también. Es terrorismo de Estado.

No hay ataque que justifique que, para defender los derechos de la población de Israel, se pueda atacar con mano libre a otra población civil, en este caso palestina. Dicho de otra manera, no es soportable defender la seguridad de los judíos, mientras se masacra impunemente a palestinos. Si ese es el precio de la guerra para acabar con Hamás, Israel va a tardar generaciones en encontrarse en una tierra segura. 

Pero también nosotros. Aumentará en todo el mundo la islamofobia y el antisemitismo, entendido como el odio a los judíos, sean semitas o no. Y por supuesto va a aumentar la inestabilidad en una región del mundo que ya vive en erupción. En las fronteras del Líbano, Siria e Irak, el potencial de contagio es enorme. En todos estos territorios hay franquicias militares financiadas por el petróleo de los ayatolas desde Teherán y entrenadas por su ejército.

Si la guerra es inevitable lo lógico a este lado del mundo es pensar que nada peor que la ganen bárbaros que ni creen en la democracia ni se reflejan en sociedades donde se defiende el derecho individual de las personas. Por eso hay que presionar a Israel, para que utilice la inteligencia, en vez de imitar las prácticas terroristas, que es lo que les aleja de nuestra órbita. Si no han sido capaces de encontrar y ofrecer condiciones para la paz, deben saber que no pueden tener mano libre en la guerra. Justo antes de la Segunda Guerra mundial, Gran Bretaña, Francia y EE. UU. desoyeron las peticiones de auxilio de los judíos alemanes, fue el preludio de la inminente catástrofe. Hoy no podemos ser cómplices ignorando las voces que llegan de Gaza y que pueden ser la vigilia de una nueva catástrofe global.

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