Ley de bienestar animal

No dejar maridos a la puerta del comercio

Lo más interesante de la norma es que por fin vamos a dejar de ver hombres abandonados a la puerta de tiendas de trapitos

Multa de 500 euros por dejar al perro unos minutos atado en la puerta de la farmacia

La ley de animales entra en vigor

Desde hoy, no pueden dejarse los perros atados a farolas o árboles

Desde hoy, no pueden dejarse los perros atados a farolas o árboles / JLF

Albert Soler

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El otro día el Calandraca, uno de los parroquianos del bar La Tahona, recién jubilado el hombre, llegó con la noticia de que en el barrio habían multado a una señora por entrar en la farmacia y dejar el chucho atado a la puerta.

-Si sacas eso en el periódico, di que me llaman también Pichaeléctrica.

-No te puedo llamar eso, Calandraca, ya sabes cómo está el feminismo de alterado.

Quinientos euros le clavaron a la señora, le salió caro el Ibuprofeno. No sé si será cierto. Entre que el Calandraca tiene fama de exagerado –el apodo que prefiere da fe de ello– y que empiezan a circular noticias similares en todas partes, uno ya no sabe. 

Sea cierto o no, es cosa de celebrarlo. Por fin este Gobierno hace una cosa útil, que todos hemos asistido alguna vez al drama truculento de perros atados 10 minutos al exterior del supermercado o de la charcutería, agonizando, revolcándose en sus heces, lamiendo el suelo con la esperanza de hallar en un escupitajo algún resto de alimento, mientras su dueño, ajeno al sufrimiento animal, se hacía con cuarto y mitad de mortadela. Cuántos cadáveres de canes no poblaban hasta ahora nuestras aceras, perros que habían muerto en la más cruel soledad mientras su ama sopesaba un melón en la verdulería durante cinco, a veces hasta 10 minutos. Durante siglos hemos tratado a los perros de manera así de vergonzosa, si ellos no se quejaban era porque no saben hablar –otra carencia que la ley debería solucionar–, ha tenido que venir el actual Gobierno para poner fin a tanta ignominia. Quiera Dios, eso sí, que con más fortuna que cuando intentaron ayudar a las mujeres y consiguieron rebajar la pena a sus agresores y violadores.

Además, la ley se promulga por el bien de tantos viejecitos que aprovechaban el ir a la compra para pasear el perro, con lo que apenas hacían ejercicio. Ahora tendrán que salir dos veces, una para aprovisionarse y la otra para que el chucho se desaprovisione, con lo que va a mejorar su salud. ¡Hay que moverse, abuelos!

No solo eso. Los cacos también van a verse favorecidos, que aunque el perrito que lleva la abuela esa parece inofensivo, por si acaso no se arriesgaban a sustraerle el monedero, que uno roba con más tranquilidad sin chucho que le ladre. Es una forma de que el dinero circule más fluidamente, así que la ley de bienestar animal va a beneficiar de rebote a la economía, en mi barrio los atracadores ya se están frotando las manos. Todo en la nueva ley es positivo, van a mejorar incluso las relaciones sociales: si por un aquel, uno sale a paseo con el perro y cae en la cuenta de que le falta tabaco pero teme dejar el perro dos minutos en soledad, no va a faltar gente amable que acuda en su auxilio para que pueda entrar al estanco.

-¿Quiere que se la sujete, señor? La correa del perro, digo.

De ahí pueden nacer hermosos vínculos, incluso amorosos.

Ahora bien, lo más interesante de la ley de bienestar animal es que por fin vamos a dejar de ver hombres abandonados a la puerta de tiendas de trapitos. Uno pasa por delante del Zara y se da de bruces con maridos que han sido abandonados a la entrada por su señora, se miran los unos a los otros en silencio, compartiendo su desgracia. Y era hora que el Gobierno pusiera fin a eso, aunque fuera con la excusa de los chuchos.

Era una visión apocalíptica, la de maridos y novios ahí tirados, sin afeitar, desastrados y hambrientos, mientras la señora entra y sale del probador, ignorando su sufrimiento. La mayoría no llevan ni vacuna ni chip, tal como obliga la ley, si bien hay que reconocer que castrados sí que parecen. Por su aspecto, se diría que los hay que llevan semanas, tal vez meses, allí abandonados. Más de una vez les he lanzado una galletita al pasar, que me han agradecido con mirada perruna. Pobrecitos, no esperan otra cosa que ver aparecer a su ama para poder regresar a casa.

A partir de ahora, la esposa que deje a su marido fuera, aunque sea sin atar, será debidamente sancionada en base a la nueva ley. No vamos a castigar el maltrato animal y a dejar impune el humano.

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