Opinión |
Tras el 12M
Daniel Sirera

Daniel Sirera

Presidente del PP de Barcelona y del Grupo Municipal del PP de Barcelona

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Barcelona, la llave del cambio

Muchos barceloneses también sabemos que la alternativa al independentismo no debería ser el regreso de los tripartitos. Esta opción sería como sufrir un colauismo estelado, un acelerador de la decadencia social y económica

Alejandro Fernández, del PP, en el centro de la imagen.

Alejandro Fernández, del PP, en el centro de la imagen. / ALBERTO PAREDES - EUROPA PRESS

Un terremoto político sacudió Catalunya el pasado 12M, y su epicentro se situó en su capital, Barcelona. Entre la placa tectónica del nacionalismo divisivo y la del socialismo empobrecedor, ha emergido una alternativa liberal y esperanzadora. El Partido Popular ha vuelto. Y lo ha hecho con una fuerza regenerada. Tras una travesía por el desierto de la irrelevancia política, la fuerza azul ya fue decisiva en la configuración del actual gobierno municipal y, ahora, también podría serlo en Catalunya, poniendo fin al 'procés' separatista. 

El grupo municipal que tengo el honor de presidir liberó Barcelona de los partidos de Ada Colau y Carles Puigdemont. Ahora nuestro partido también podría ser decisivo para que Catalunya tenga un gobierno diferente al de las últimas cuatro décadas. Y es que un gobierno mejor y para todos los catalanes es posible. El Partido Popular de Alejandro Fernández lo hace posible. Sus 15 diputados podrían ser la palanca que levante Catalunya y lo cambie todo, como así rezaba su eslogan de campaña. 

Somos condición necesaria para dejar atrás los peores momentos de la historia democrática de Catalunya; sin embargo, no somos suficientes. El PSC puede volver a ser el gran obstáculo para el cambio que los catalanes necesitamos. Salvador Illa podría mostrarse como rehén de las insanas ambiciones de Pedro Sánchez y favorecer, pactando con Esquerra o Junts, la revitalización de un procesismo alicaído. Sería la enésima traición a su votante, aunque, ciertamente, no sería una sorpresa. Lo venimos advirtiendo: la sumisión de Illa al sanchismo es total, y el sanchismo depende del separatismo. De Illa podemos esperar frases vacías y “cambios de opinión”, pero difícilmente coraje y criterio propio. 

El PSC debería escuchar la voz de Barcelona. Nuestra ciudad votó cambio en Catalunya. Es lógico. Abierta, cosmopolita y plural, la capital catalana sufrió como nadie los embates de la ideología nacionalista y del mal gobierno de la Generalitat separatista. Nos maltrataron, porque nuestro espíritu olímpico representa y siempre representará lo contrario a su cerrazón identitaria. Su 'procés' fue nuestra desgracia. Aún hoy sigue expulsando empresas y espantando inversiones. Su conflicto político solo fue el negocio de unos pocos.

No obstante, muchos barceloneses también sabemos que la alternativa al independentismo no debería ser el regreso de los tripartitos. Esta opción sería como sufrir un colauismo estelado, un acelerador de la decadencia social y económica. No, hay otra alternativa. La de la libertad, la seguridad y la prosperidad. Y cada vez somos más los barceloneses que reconocemos ese camino. Por esta razón, el voto al PP prácticamente se triplicó en Barcelona, pasando del 5,29 %, en 2021, al actual 13,74 %. Más de 90.000 barceloneses escogieron la papeleta del cambio auténtico. Ya somos un cambio imparable.

Somos la tercera fuerza en la ciudad, superando a Esquerra y a Comuns. Hemos ganado en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi y también en el barrio de Pedralbes, en Les Corts. Somos segunda fuerza en Nou Barris, demostrando una gran permeabilidad en contextos socioeconómicos diferentes. Y es que no solo el crecimiento del PP ha sido histórico, también es histórica la oportunidad ante la que nos encontramos. El PP no solo ha mantenido la fidelidad de su electorado tradicional, también ha sabido captar al votante de Ciudadanos y a una gran parte de aquellos jóvenes que en el pasado podrían haber votado a PSC o Junts, pero que se sienten engañados por estos partidos procesistas, y preocupados por la parálisis y decadencia que estos suponen. Fuimos la llave del cambio en Barcelona, y cada día son más los barceloneses que quieren que también lo seamos en Catalunya.