Condiciones a negociar

Selecciones deportivas: ahora es la hora, 'president'

Aragonès debería considerar la necesidad de incluir en las negociaciones que pueda establecer con el Gobierno español la necesidad de modificar la ley española del deporte

Nuevo diseño de la camiseta de la selección catalana.

Nuevo diseño de la camiseta de la selección catalana. / FCF

Joan Tardà

Joan Tardà

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Tengo presentes dos sentencias de Alfredo Pérez Rubalcaba. La primera, han tenido que pasar casi 20 años para enterrarla: "Juan, pinganillos en el Congreso nunca". Dos décadas, hasta ver la imagen de Pedro Sánchez escuchando a Rufián con un aparato colgado en la oreja. La otra sentencia, que posteriormente puse en valor por lo que tenía de aviso, todavía está viva. Y es que pocos días antes de la asamblea de noviembre de 2004 de la Federación Internacional de Patinaje en la ciudad californiana de Fresno, donde debía decidirse excluir o no la selección catalana de hockey, puro en mano y haciéndome una confianza para que no me hiciera demasiadas ilusiones, el dirigente socialista me confesó: "Lo teneis perdido".

Había pasado un año desde que la federación catalana había sido reconocida como integrante de la FIRS, por lo que la maquinaria gubernamental comprometió ayudas económicas a federaciones de otros estados, hizo intervenir a jefes de Gobierno y activó otras vías inconfesables para hacer descarrilar el éxito del hockey catalán. Sería de interés que Ignasi Doñate, entonces director general de Proyección Internacional del Deporte del Govern de Pasqual Maragall, explicase todo lo que tuvieron que hacer frente a la ofensiva del Estado para detener un reconocimiento que podía provocar un efecto dominó en otros deportes.

En todo caso, muy buen trabajo hizo el gobierno Tripartito de entonces porque en 2011, Catalunya había conseguido que 21 federaciones catalanas hubieran sido reconocidas internacionalmente, de las cuales 10, a pesar de ser prácticas deportivas minoritarias, mantenían una actividad internacional permanente . Hoy, la cifra se ha reducido a 7. Los porqués son incuestionables: agotamiento del asociacionismo organizado en torno a la reivindicación reflejado en la evolución de la Plataforma Pro Seleccions Esportives Catalanes, aparición de otros objetivos al abrigo del proceso de independencia y la creciente voluntad de las directivas de bastantes federaciones catalanas de no quedar mal ante las federaciones españolas, que ostentan el monopolio de la representación en el ámbito internacional. Causas evidentes todas ellas, a las que hay que sumar una muy dolorosa: el progresivo desinterés de los gobiernos de la Generalitat. Una desgana incomprensible que llega al punto de que no se tiene noticia pública de ningún objetivo 'ad hoc', más allá de las declaraciones genéricas de la actual responsable institucional del deporte, Anna Caula, de lamentar el veto sufrido por las selecciones nacionales catalanas y declarar que su reconocimiento será el fruto "de un país que quiere decidir, que quiere ser libre".

Sin embargo, es necesario que en el mientras tanto se trate de recuperar la movilización del mundo del deporte catalán en favor del reconocimiento internacional del asociacionismo deportivo, el más masivo y el más cercano a una ciudadanía que tiene todo el derecho a verse proyectada internacionalmente, más allá de estados y fronteras, como lo son otras comunidades nacionales. Nada será posible, sin embargo, si el Govern de Catalunya no se activa.

De ahí que sería de interés que, atendiendo a que el 'president' Aragonès pretende con buen criterio agotar la legislatura, avanzara cómo tiene previsto actuar en este ámbito y considerara la necesidad de incluir en las negociaciones que pueda establecer con el Gobierno español la necesidad de modificar la ley española del deporte. Hacerlo supondría dejar el trabajo medio hecho a las federaciones catalanas, allanarles el camino, recuperar el tiempo perdido y enviar un mensaje de autocrítica al deporte catalán tan honesto como estimulante. Al fin y al cabo, bastaría con plantear una modificación legislativa para que no se sancionaran a las personas deportistas que optaran por no acudir a las convocatorias de una selección estatal, no se impidiera la adhesión de las federaciones autonómicas a las internacionales ni la participación de deportistas federados catalanes en competiciones internacionales y se garantizara la libertad de asociación de las entidades deportivas.

Si en 2004, cuando Rodríguez Zapatero necesitaba los votos republicanos para gobernar, el Congreso de los Diputados consagró, en un ejercicio parlamentario tan ambiguo como esperanzador, que "los poderes públicos promoverán la presencia de las selecciones deportivas autonómicas que lo soliciten en las competiciones internacionales", ahora, a las puertas de una investidura de interés manifiesto tanto para la izquierda española como para el independentismo catalán y vasco, sería del todo incomprensible que no se supiera aprovechar para dar el paso definitivo .

Veinte años para hablar catalán en el Congreso. ¿Cuántos más por ser reconocidos deportivamente?

Parte de la solución depende del 'president' Aragonès, al que seguro apoyará el deporte catalán.

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