Profesión de futuro

Necesito un lector de sensibilidad

A mí, por ejemplo, a veces me sucede que termino un artículo sin haber ofendido a nadie, y no me doy cuenta hasta verlo publicado al día siguiente, cuando ya no puedo remediarlo

Teclado de una máquina de escribir

Teclado de una máquina de escribir

Albert Soler

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En Francia están que trinan porque un finalista del Goncourt contrató a un “lector de sensibilidad”, que es alguien que revisa el libro y vela para que no ofenda a ninguna comunidad. Tal como están los tiempos, eso va a ser una profesión de futuro, se acabó lo de aconsejar a los hijos que estudien derecho o medicina: niño, hazte lector de sensibilidad, que nunca te va a faltar trabajo.

Los franceses son tan suyos que no han acertado a ver que un lector de sensibilidad puede ser muy útil. Solo hay que saber encontrarle su función. A mí, por ejemplo, a veces me sucede que termino un artículo sin haber ofendido a nadie, y no me doy cuenta hasta verlo publicado al día siguiente, cuando ya no puedo remediarlo. Con un lector de sensibilidad, eso no me ocurriría. Le pasaría el artículo al acabar de escribirlo, se lo leería atentamente y me daría su veredicto profesional.

-No creo que nadie se sienta ofendido.

Y entonces yo sabría que debo rehacer lo escrito, introduciendo referencias a alguna raza o a las mujeres o a los ciclistas o a los animalistas o a los lacistas o a las feministas o a los gordos o a los calvos o a los niños o a los viejos o a los ucranianos o a los rusos o a la vacuna del covid o a los transexuales o a una religión o a cualquier equipo de fútbol. O por lo menos alguna palabrota, coño. Todo escritor o periodista debería tener su lector de sensibilidad de cabecera, para asegurarse de que ofende a algún grupo, etnia, pueblo o agrupación. También vale meterse con alguien individualmente, que hay lectores que se toman la afrenta a un personaje público como si les hubieras mentado a la madre. Lo que justifica la libertad de expresión es la posibilidad de ofender, ultrajar y faltar al respeto, para elogiar a alguien no nos hace ninguna falta. Por eso se hace necesario el lector de sensibilidad, para asegurar la vejación.

La editorial que publica mis libros suele devolverme las pruebas, ya revisadas, con anotaciones al margen. Se conoce que ya cuenta con lectores de sensibilidad, y yo sin saberlo, ya que bastantes de esas anotaciones sugieren (en vano) que introduzca algún cambio, ya que, según me recalcan y subrayan “Este párrafo podría ofender a (ponga el lector aquí al grupo que prefiera)”. Acotaciones que me tranquilizan y a las que siempre respondo con las mismas tres palabras: “ya lo sé”.

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