Amnistía y referéndum

El elefante fuera de la habitación

Es impensable que el independentismo renuncie a su esencia, y Puigdemont ha dejado muy claro que la amnistía no es una contrapartida para la investidura, sino la previa para sentarse a negociar

Óscar Puente pasa al lado de Pedro Sánchez antes de dar la réplica a Alberto Nuñez Feijóo en el debate de investidura.

Óscar Puente pasa al lado de Pedro Sánchez antes de dar la réplica a Alberto Nuñez Feijóo en el debate de investidura. / David Castro

Pilar Rahola

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La jugada más brillante de Pedro Sánchez durante la investidura fallida de Núñez Feijóo ha sido conseguir que todas las intervenciones hablaran de la amnistía, salvo la socialista. Es decir, ha logrado sacar al elefante de la habitación, sin decir una sola palabra. El buen trabajo lo han hecho sus adversarios, tan obsesionados en convertir la amnistía en el epicentro del debate que la han normalizado y han ayudado a cuajar la idea de que sería inevitable. Además, la estrategia Feijóo ha provocado un efecto inverso que suma más adhesiones y que se podría resumir en la respuesta de Aitor Esteban: "Si la opción es entre Feijóo o la amnistía, nos quedamos con la amnistía".

Es decir, tras el debate, la posibilidad de aprobar la amnistía ha quedado instalada en el imaginario colectivo español, sin que, más allá del ruido mediático de los sospechosos habituales, ocurra nada grave. Es cierto que la derecha y sus extremos seguirán utilizándola como munición retórica y que, una vez aprobada, la convertirán en un campo de batalla. Pero, hagan lo que hagan, lo importante es que nadie duda de que se puede producir, y que, si se aprueba, no es la pérdida de Cuba. También en este sentido, el debate de Feijóo ha sido un experimento de Sánchez para comprobar si los socialistas y la opinión pública de izquierdas lo aceptarían con normalidad, y es evidente que la prueba ha salido exitosa. Mientras los Pedro Jota y compañía llamaban a la revuelta contra la amnistía, los medios progres han mantenido posiciones, han limado asperezas y han dejado a los viejos mamuts cascarrabias del PSOE arrinconados en la pared. Si Sánchez quería saber si podía emular a Azaña cuando, en 1936, liberó a 3.000 presos catalanes -incluyendo el 'president' Companys- encarcelados por los hechos del 6 de octubre, la respuesta ha sido positiva. Fuera de los Page de turno, no hay revuelta socialista -ni ciudadana- contra la amnistía. Y ha logrado este aval sin haber hablado de ello una sola vez, lo cual es ciertamente meritorio.

A partir de ahí todo comienza. Que Sánchez haya deshecho el primer nudo para lograr resolver el lío de la investidura no quiere decir que el camino esté trillado. De entrada es necesario definir con precisión quirúrgica el texto de la ley, para que no deje agujeros negros donde determinados jueces se puedan escapar, no en vano serán ellos quienes la aplicarán en cada caso. Y después habrá que asumir una petición que cuesta digerir para los socialistas: la figura del mediador internacional, sin el que Puigdemont no avanzará en la negociación. Primero, porque la desconfianza con el PSOE es absoluta y, segundo, porque Waterloo quiere que el conflicto catalán esté presente y marque todo el proceso.

Pero la cuestión más espinosa vendrá después y, por mucho que se desgañite el bueno de Asens, no se podrá evitar abrir el melón. Es inimaginable que Puigdemont pueda aceptar la investidura sin conseguir el compromiso -sellado- de avanzar en alguna fórmula que permita votar en Catalunya. Él mismo instaló la negociación en un marco de decisión histórica, y este es el verdadero nudo gordiano que exigirá mucha inteligencia para resolverlo. De momento, Sánchez no parece que pueda permitírselo, y Puigdemont no puede renunciar a ello, pero ya se sabe que en política todo es imposible hasta que deja de serlo. En cualquier caso es impensable que el independentismo renuncie a su esencia, y Puigdemont ha dejado muy claro que la amnistía no es una contrapartida para la investidura, sino la previa para sentarse a negociar. Además, ERC también se ha movido en esa dirección, desesperada por salir de la irrelevancia en la que está ahora ubicada en la política española, por lo que el PSOE no podrá escapar de este elefante.

¿Quiere decir esto que la investidura será imposible, a tenor de las declaraciones de Illa? Será difícil, porque el tema del referéndum es un hueso duro, pero hace poco tiempo eran imposibles los indultos, y hace dos días era inimaginable que pudiera plantearse la amnistía, y resulta que la ciudadanía lo está digiriendo sin demasiados problemas. ¿Y si también resulta que puede digerir ese otro debate? ¿Y si resulta que la ciudadanía española es menos reaccionaria de lo que el ruido de Madrid pronostica? En cualquier caso, lo sabremos pronto, porque este elefante ya está preparado para salir de la habitación.