Limón & vinagre

Quimi Portet, el astro intercomarcal

El músico nacido en Vic ha tenido la “pretensión minúscula”, pero robusta, de cantar para poca gente

El Último de la Fila no vuelve: se divierte

Acústico de Quimi Portet

Acústico de Quimi Portet

Josep Maria Fonalleras

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De hecho, El Último de la Fila ya hace tiempo que regresó. En 2016 Manolo García y Quimi Portet dieron cuatro conciertos memorables en el Razzmatazz, rememorando los éxitos de Los Rápidos, la banda de García a la que se incorporó el Portet que tocaba la guitarra en Kul de Mandril, y de Los Burros, la banda que formó Portet y a la que se incorporó más tarde García, en la prehistoria del grupo más emblemático del rock español entre 1985 y 1998. Los que estuvieron ahí rememoraron los éxitos inolvidables, pero seguramente también sabían que estaban ante un evento único que no se traduciría en un retorno en toda la regla. "No somos del perfil de salir ahora a la carretera a hacer montañas de dinero", dijo entonces Quimi Portet. Y a fe que han mantenido esa máxima. El 'Desbarajuste piramidal' anunciado para diciembre de este año no es, pues, un nuevo disco de El Último de la Fila, ni una gira que seguro que sería mítica, ni tampoco “pabellones o estadios llenos”, como ya decía hace días Jordi Bianciotto en estas páginas y como se ha encargado de matizar Quimi Portet. No vuelven, pero ofrecen al parecer (y por lo que hemos podido intuir con el 'single' 'Lejos de las leyes de los hombres') nuevas versiones, nuevos arreglos, un trabajo de estudio donde ambos tocan todos los instrumentos, una actividad que, para Quimi Portet, parece mucho más placentera que iniciar un nuevo 'tour', 35 años después, de aquella banda que “podía hacer cosas muy marcianas y otras casi folclóricas". "Éramos como un 'bulldozer' de música popular”, decía.

Portet, en solitario, ha dicho unas cuantas cosas sobre la música, las actuaciones y el sentido de la vida. De hecho, desde que se separaron amigablemente (y siguieron haciendo paellas o revueltos de setas al estilo Portet), con apenas polémicas (hubo una sobre la lengua, pero muy discreta), no han dejado de verse y tener proyectos juntos. García colaboró con el primer disco de Portet y también en 'Ós bipolar' y todavía podemos recordar, por ejemplo, los 'Aviones plateados' que tocaron juntos en octubre de 2021 en el concierto de homenaje a Àngel Casas, en TV-3. Esa separación se justificó porque cada uno tenía ganas de hacer cosas por su cuenta y, de repente, descubrimos que Quimi Portet también cantaba y que lo hacía a partir de dos premisas que han presidido toda su carrera. Primero, la música; después, las letras. Y otra: “Los conciertos no quedan; los discos, sí. Quiero dejar mis cositas, que son discos”.

En este proceso, el músico nacido en Vic ha tenido la “pretensión minúscula”, pero robusta, de cantar para poca gente, de convertirse en el “astro intercomarcal” (como él mismo se definió en un libro, en 2007) que confía otro tipo de himnos, ligados a una cultura popular me atrevería a decir que “rural”, la que se fundamenta en obviedades que ocultan dobles, enigmáticos, sentidos. 'Si plou, ho farem al pavelló. Live in Cincinnati' es un recopilatorio de todos sus logros en solitario y también una declaración de principios, una especie de filosofía de vida. No hay problema. Podemos cambiar, si las cosas no van bien. Si llueve, en el pabellón. Y podemos hacerlo todo, aunque sea en un pabellón a punto de caer.

La influencia de Pla

Mientras iba arriba y abajo con El Último de la Fila, Quimi Portet, en el autobús de la gira, leía a Josep Pla. La obra completa, en tres años de carreteras. Ha hablado de ello alguna vez, y ha reconocido su influencia, pero también la de Sisa o la de Santiago Rusiñol, y ha dicho, por ejemplo, que 'L’home dibuixat' era un puente que unía a los que se habían tomado un tripi con quienes leían al escritor de Palafrugell.

El humor de Portet, cada vez más afilado y punzante, no nihilista, pero sí descomido, con elevadas dosis de inteligencia (como un instinto de conservación), pudimos apreciarlo en sus intervenciones en 'Natura sàvia', el programa de animales de TV3 que compartía con otro Pla, Albert. Allí, sentados ambos, utilizaban la fórmula que describió Carner para adjetivar el humor catalán, que es una exaltación irónica de la obviedad.

Quimi Portet confiesa que fueron los 'riffs' de guitarra, simples y rudimentarios, los que le cambiaron la vida. Una música tribal, directa, que precedía a las letras que iban a venir después. Los paisajes sonoros emocionan más que las palabras. Ya podemos hartarnos de juntarlas. Y eso que Portet es uno de los mejores letristas del país. Pero como dice él mismo, llega después un solo de violín y entonces sí que te emocionas de verdad. El Último no vuelve a los pabellones. Llueva o no llueva, Portet sigue tocando.

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