Escritor
Josep Maria Fonalleras
Escritor
De los filósofos y de sus trabajos
Es el ámbito donde la inserción laboral de los graduados universitarios crece de forma destacada, pero ¿en qué se emplean?
El informe más reciente de la Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari (AQU) nos dice que existe un ámbito donde la inserción laboral de los graduados universitarios crece de forma destacada. El de la filosofía. También es cierto, no nos engañemos, que era (y es) uno de los estudios con menor tasa de empleo. En 2014, según los datos oficiales, solo un 65% de quienes se graduaban en filosofía encontraban trabajo. En 2020 eran el 75%, y ahora son el 83%, que es una cifra bastante destacada, con casi ocho puntos de diferencia sobre la referencia más inmediata. No está mal.
Para rebajar el optimismo que provoca que más filósofos entren en el mercado laboral, habría que cruzar los datos con los que nos informan de la adecuación entre los estudios y el puesto de trabajo que ocupan. Mientras que la gran mayoría de los graduados en el ámbito de la salud, de la arquitectura o de la educación ejercen la profesión para la que fueron formados, gran parte de los que estudiaron filosofía, historia, lengua y literatura o políticas y artes hacen otras cosas, no necesariamente ligadas a lo que aprendieron en las aulas.
¿Y qué hacen los filósofos? ¿Las grandes empresas y las multinacionales han entendido aquí, como en otros lugares, que contratar a un filósofo irá a favor de la productividad porque nadie como él tiene la mente tan dispuesta a pensar, es decir, tan preparada para afrontar retos para los cuales nadie está formado de entrada? ¿Han considerado de repente que es mejor tener el cerebro bien amueblado y ser flexible a los cambios que disponer solo de profesionales con conocimientos demasiado rígidos y especializados? Podría ser. Conozco a algunos gerentes de empresas destacadas que provienen de la filosofía o de la filología clásica, pero no son, ni mucho menos, una mayoría.
¿Qué hacen, pues, los filósofos? Enseñan Filosofía, y no en la universidad, sino en los institutos. Y no Filosofía, sino, en muchos casos, lengua catalana. Y quien dice filósofos, dice licenciados en Comunicación o en una filología de una lengua que no es la que van a enseñar (¡en algunos casos, no la saben ni hablar!) como denunciaba hace unos días un filósofo que sí ejerce como tal, Ramon Alcoberro, hablando del panorama en un instituto del Baix Llobregat donde solo un miembro del departamento de catalán era graduado en Filología Catalana.
La escena es desconcertante. Y ocurre en muchos otros lugares, con plazas vacías u ocupadas por jóvenes graduados que saben muchas cosas, pero no la que tocaría. Y, mientras tanto, las facultades de Filología (catalana) cada día con menos estudiantes.
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