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Otra vez el juego del pañuelo

Míriam Nogueras (Junts) y Gabriel Rufián (ERC).

Míriam Nogueras (Junts) y Gabriel Rufián (ERC).

Albert Sáez

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Durante la negociación del Estatut de Catalunya del 2006 en el Congreso de los Diputados, el entonces secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Francisco Caamaño explicó que aquello era como el juego del pañuelo. El PSOE de Zapatero puso sobre la mesa lo que estaba dispuesto a transaccionar y provocó la pugna entre la entonces CiU de Mas y Duran y la Esquerra de Carod y Puigcercós. El pañuelo se lo llevaron los convergentes con aquel pacto de madrugada en la Moncloa en el que se cambiaron los recortes del Estatut a cambio de una futura investidura de Artur Mas, pero entonces el que cobró por adelantado fue Zapatero. El PSC no se dio por concernido y, meses después del referéndum, José Montilla alcanzó la presidencia de la Generalitat. Artur Mas jamás ha tenido que dar explicaciones por aquel episodio que está en la base de algunas de las cosas que pasan ahora. Lo que ahora es Junts da por descontado que representa a Catalunya. Y en Madrid muchos se lo creen.

La tarea hercúlea que ahora tiene encargada el ministro Félix Bolaños es conseguir que Esquerra y Junts voten simultáneamente la investidura de Pedro Sánchez. Los necesita a ambos. Y, además, también son imprescindibles Bildu y el PNV que están en precampaña electoral. Esta semana hemos visto como Junqueras trataba de dar por conseguido en agosto lo que Puigdemont dice que ni tan siquiera ha empezado a negociar. Esta semana que empieza es el turno de Feijóo pero, a partir del miércoles, el baile será este. Puigdemont no quiere de ninguna manera que le pase lo que le pasó a Mas, de manera que el cobro por adelantado será en todo caso una condición necesaria. Pero, antes incluso que solucionar su situación personal, su prioridad es dejar en evidencia a Esquerra, conseguir alguna cosa que Pedro Sánchez les haya negado en los últimos cinco años. Y eso estrecha exponencialmente el camino a la investidura. Esta vez hay que conseguir que cojan el pañuelo a la vez los que son enemigos irreconciliables. La verdad es que no me gustaría estar en el pellejo del ministro Bolaños.

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