Todo es posible en Barcelona

La única combinación que implica un peligro objetivo de inestabilidad sería el gobierno en solitario del PSC

Jaume Collboni.

Jaume Collboni. / MARIA ALADERN / ACN

Jordi Mercader

Jordi Mercader

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los 100 días de gracia han volado y Jaume Collboni sigue gobernando Barcelona con sus 10 concejales. Hasta ahora sin mayores obstáculos, aprovechando que los focos están muy pendientes de los avatares de Pedro Sánchez para seguir en la Moncloa. Los tres cabezas de lista a los que el PSC sorprendió para hacerse con la alcaldía gracias al PP siguen ahí, un poco contra pronóstico. Para los socialistas, cerrar un pacto con Trias, Colau o Maragall se presume más difícil que hacerlo con Junts, Barcelona en Comú o ERC una vez descabezados. Seguramente por eso no se van, los tres tienen cuentas pendientes con el alcalde.

El acuerdo del PSC con el PP confirma que, a pesar de los apocalípticos, todo es posible en Barcelona sin que el cielo se caiga. El alcalde tiene tres opciones de libro. Un lógico tripartito progresista con 24 concejales, un cómodo ejercicio de sociovergencia con 21, e incluso una repetición del gobierno con los Comuns con las tornas cambiadas y con 19 concejales, siempre pendientes de la búsqueda de dos votos.

Hay otras combinaciones más atrevidas que no pueden descartarse. En realidad, la única que implica un peligro objetivo de inestabilidad sería el gobierno en solitario del PSC, enganchado a la geometría variable para sumar a diario más votos de los que tiene. Colau lo intentó en su primer mandato y el experimento no prosperó.

La negociación de los presupuestos apremia, aunque no ahoga. La prórroga de las cuentas más expansivas de las que ha dispuesto la ciudad no sería un desastre insoportable, tan solo una demostración de las dificultades del PSC para cerrar pactos con líderes todavía irritados por la maniobra del 17 de junio. Los 3.600 millones del presupuesto vigente suponen una póliza de seguridad para los negociadores socialistas, evitándose tener que asumir y precipitar compromisos que pudieran comprometer el pacto final de gobernabilidad del ayuntamiento. El tiempo corre a favor de Collboni, a pesar de que la transitoriedad no puede ser eterna.

Suscríbete para seguir leyendo