Fútbol femenino

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Un ultimátum, mal comienzo de la RFEF

Una convocatoria caótica y con amenaza de sanción no es manera de empezar una nueva etapa

Las jugadoras estudian medidas legales y mantienen no ser convocables

Montse Tomé, nueva seleccionadora española de fútbol, y Pedro Rocha, presidente interino de la Federación, en Las Rozas.

Montse Tomé, nueva seleccionadora española de fútbol, y Pedro Rocha, presidente interino de la Federación, en Las Rozas. / Afp

La impresentable actuación del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, tras la victoria en el Mundial femenino de fútbol acabó desencadenando un ‘se acabó’ del que se van desgranando consecuencias. El empoderamiento de las jugadoras y la solidaridad de la inmensa mayoría de la opinión pública ante un trato degradante se ha cobrado la dimisión de Rubiales, la destitución del entrenador Jorge Vilda, no se puede disociar de una huelga que forzó mejoras en las condiciones profesionales de la Liga F y prosiguió con la exigencia por parte de 39 jugadoras de cambios drásticos en la estructura federativa para ser seleccionadas.

La reclamación de las jugadoras tuvo como respuesta final, este lunes, un comunicado de la federación en el que adquiría el «compromiso público» de «realizar cambios estructurales», dirimir responsabilidades e iniciar «una nueva etapa» garantizando «un entorno seguro» en un «clima de confianza mutua». Las promesas por parte del nuevo presidente, Pedro Rocha, de poner en marcha una transición, iniciadas con el despido del entrenador Jorge Vilda, suponen un cambio prometedor. Pero los compromisos no han sido precisamente concretos. Y la confianza en que sean reales ha quedado dañada cuando, justo después del comunicado conciliador, la primera medida, la convocatoria de 23 jugadoras para incorporarse este mismo martes, desmiente los buenos propósitos y reincide en muchos de los vicios denunciados por las jugadoras.

Las deportistas se indignaron por la gestión informativa tras el bochorno de la final de Sídney, con comunicados que ponían en su boca palabras ajenas y notas de prensa ilustradas con fotografías para cuestionar su versión de los hechos. Que este lunes se dijera que la decisión estaba tomada tras hablar con las interesadas cuando muchas de ellas aseguran que se enteraron de la cita en directo y a través de los medios, no es la mejor muestra de corrección de las actitudes denunciadas. Las jugadoras han criticado (ya desde el manifiesto de las primeras 15 rebeldes) la falta de profesionalidad y medios dedicados desde la estructura federativa al fútbol femenino. Esta falta de seriedad parece tener continuidad con una convocatoria caótica que no se ha comunicado a los clubs y sin un mínimo plan de viaje para trasladar a jugadoras dispersas en varios países y continentes de un día para otro. Más allá de los gestos que violentaron a jugadoras como Jenni Hermoso o la zafiedad de la mímica de Rubiales desde el palco, un aspecto no menor de lo criticable de la injustificada celebración en Sídney fue que en realidad parecía una reivindicación de hasta que punto el presidente y el entrenador habían impuesto su voluntad sobre las descontentas. Lanzar una convocatoria que pone a las seleccionadas entre la espada y la pared, en la tesitura de agachar la cabeza o enfrentarse a multas o inhabilitación, se parece demasiado a otro trágala.

Es cierto que, como apuntan los nuevos responsables de la RFEF, no puede aplicarse una purga de empleados federativos de un día por otro, y dictada nominalmente por parte de las jugadoras. Y también que las buenas palabras están sobre la mesa y tras la catarsis de estas últimas semanas no hay alternativa a hacerlas realidad. Pero el primer paso de esta nueva etapa arrastra todavía vicios de la anterior y no garantiza en absoluto la reconstrucción de la «confianza mutua».