'Operación limpieza' del machismo en los medios
Una parte busca salvar el pellejo y la otra, audiencia. Y mientras, el daño es terrible, con un precio demasiado caro para las víctimas, la sociedad y todo el periodismo
Ana Bernal-Triviño
Profesora de la UOC y periodista.
Esta semana Rubiales fue entrevistado por Piers Morgan y Alvise Pérez, dos negacionistas. En unos días, sale a la venta el libro del condenado por el caso Nevenka, Ismael Álvarez, exalcalde de Ponferrada. El primero, acusado. El segundo, culpable por la justicia. Entrevistado fue también el prófugo Carlos Navarro, el Yoyas. O uno de los agresores de Sandra Palo, violada y brutalmente asesinada.
Si siendo condenados acuden a los medios de comunicación y a la cultura, imaginen qué pueden ser capaces de decir sin condena o cuando la justicia no les juzgó, bajo interpretaciones más que cuestionables.Todo esto forma parte de las diferentes formas de violencia machistas que se despliegan en cada caso. Desde luego, si medios o editoriales se prestan a ese juego, la responsabilidad está ahí. Y así el machismo solo usa a los medios para hacer una 'operación limpieza' de su imagen:
¿Por qué acusados o ya condenados usan estos medios, editores o agentes?
Porque saben que buena parte de ellos son machistas y van a tener en bandeja el punto de partida para no ser cuestionados. Estos canales les permiten dominar el relato frente al silencio de la víctima, que espera al proceso judicial o que, si quiere conservar su anonimato, nunca irá a un medio.
¿Por qué acuden cada vez más rostros conocidos?
Porque ser conocido o tener un cargo público no quita que puedas cometer un delito. El problema es que antes lo tenían normalizado. Ahora, señalados por la opinión pública, buscan recuperar su imagen bajo el papel de víctima.
¿Cómo limpiar esa imagen?
Con palabras que cuestionen el comportamiento de la víctima… y con la imagen: suelen aparecer cordiales, hablan en un tono bajo, con mirada casi de súplica. A veces, el periodista incluso nos relata que es una persona amable, cercana y nada sospechosa. La estrategia es humanizar al delincuente o al presunto delincuente. Para ello es básico, en el papel de víctima, hablar del ámbito personal e instrumentalizar a hijas o familiares.
¿Cómo venderse como víctima?
Recuperando mitos arraigados que funcionan de forma automática, por cultura y educación, sin reflexión, como los hombres inocentes que no son delincuentes, sino perseguidos por las malas mujeres, que son unas aprovechadas.
¿Qué pretenden conseguir?
Mostrar su inocencia frente a la palabra de ella, vendiéndose como hombres sensatos pero afectados por un feminismo exagerado y falso que ataca las relaciones entre hombres y mujeres. Este negacionismo les permite usar argumentos en su defensa, que van desde el mito de las denuncias falsas o advertir de que las leyes feministas son una amenaza. Porque el golpe de efecto no es presentarse solo, sino apelar a que más hombres están en igual situación o "si no me apoyas, tú serás el siguiente".
Nunca acabará este cúmulo de despropósitos. Una parte busca salvar su pellejo. La otra, audiencia. Esa es la alianza. Y mientras, el daño es terrible, con un precio demasiado caro para las víctimas, la sociedad, el sistema y todo el periodismo.
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