La hoguera

'Mein Kampf' de Ternera

Leer el 'Mein Kampf' es una forma estupenda de entender una sociedad enferma que llegó a considerar ese panfleto inspirador. Por el mismo motivo quiero escuchar a Josu Ternera en su entrevista con Jordi Évole

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Jordi Évole con Josu Urrutikoetxea en 'No me llame Ternera' (Netflix).

Jordi Évole con Josu Urrutikoetxea en 'No me llame Ternera' (Netflix). / NETFLIX

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

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Siempre he sostenido que editar y vender el Mein Kampf no debería prohibirse, porque cualquier persona mentalmente sana que lo lea en esta época puede aprender sobre los mecanismos de la locura colectiva. El libro que Hitler escribió en la cárcel tuvo un efecto perverso en una Alemania humillada, empobrecida y derrotada, pero fuera de su contexto no es más que un mal libro. Un mal libro del que, sin embargo, conocemos la influencia. Alguien podría creer que el libro en sí tiene un poder sobrenatural, como una medalla con maleficio, pero no es cierto. ¿En qué sociedad, en qué momento un libro tan lábil, tan demagógico, pudo tener el efecto que su autor perseguía? En una sociedad que no se parece a la nuestra.

Pienso en esto mientras leo a amigos queridos, a intelectuales a los que respeto, a maestros que firman una carta para que el documental de Jordi Évole con cien minutos de entrevista a Josu Ternera no se proyecte en San Sebastián. No estoy de acuerdo con ellos. Pedir la cancelación antes de verlo es deshonesto: creía que todos repudiábamos la censura previa. Pienso que el documental debe proyectarse en San Sebastián, donde Josu Ternera cometió crímenes. Es una figura importante en la organización, un fanático que no se arrepiente del "daño causado" en esa fórmula eufemística que usa la izquierda abertzale, como si el mal hubiera venido con el viento. ¿Por qué no escucharlo hablar? ¿Qué otra cosa que repudio moral pueden causar sus palabras en una persona mentalmente sana? ¿Qué os asusta, amigos firmantes?

También he visto el documental de Iñaki Arteta, Bajo el silencio, donde hablan los etarras, sus simpatizantes, sus encubridores y sus relativizadores, los del "conflicto político", y un cura diabólico. Lo que más valoro de esas dos horas incómodas es poder ver ofendidos a esos cabrones por las preguntas punzantes y la mirada perpleja del entrevistador, un tipo al que admiro, Felipe Larach. Es un documental donde falla un montaje excesivamente sesgado pero está lleno de material valioso, porque nos permite ver cómo funcionan esas cabezas carcomidas por el fanatismo nacionalista y la sacralización del pueblo mítico. Me pregunto, entonces, ¿por qué no escuchar a Ternera?

Leer Mein Kampf es una forma estupenda de entender una sociedad enferma que llegó a considerar ese panfleto inspirador. Por el mismo motivo quiero escuchar a Ternera. Y sólo valoraré el trabajo de Évole cuando lo haya visto.

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