Limón & vinagre
Josep Cuní

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Periodista.

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José María Aznar: el rayo que no cesa

Por razón, por disciplina o por ascendencia, cuando habla, la duda de la derecha se acaba

José María Aznar, durante el mitin del PP en Murcia.

José María Aznar, durante el mitin del PP en Murcia. / EFE

Nunca regresa quien nunca se fue. Esto les pasa a algunos expresidentes cuando quieren recuperar protagonismo. Que se les presenta como el turrón de Navidad obviando que actualmente el dulce se vende todo el año.

A la vista de las polémicas recurrentes, ha de ser difícil encontrar tu lugar a la sombra del poder cuando el sol ha dejado de iluminarte. La casuística lo demuestra. José Luis Rodríguez Zapatero pareció renacer de sus cenizas en la última campaña electoral, actuando como si fuera el candidato. Disimulaba aquel inmenso error que fue no aceptar la crisis financiera hasta dos años y muchos estragos sociales después.

Felipe González ha vuelto a elevar el tono de su voz contra los propios con palabras que le sitúan en el terreno de sus contrarios. Que se siente lejos de los quehaceres de Pedro Sánchez lo supimos cuando se movió entre las bambalinas que enviaron al entonces osado secretario general de su partido a patearse la carretera para recuperar el poder de la base alejado de la gloria de la cúpula. Desde entonces, solo parece ver espinas en la rosa socialista. 

Pero ninguno de quienes marcaron los destinos de España destila la inquina de la amargura con la intensidad que proclama José María Aznar López (Madrid, 25 de febrero de 1953). También es cierto que ningún otro de los jarrones chinos ha sabido preservar el potencial de dictar doctrina a sus sucesores y que aquellos le sigan. Por razón, por disciplina o por ascendencia, lo cierto es que cuando Aznar habla, la duda de la derecha se acaba. Y cuando alguien discrepa, sabe que debe empezar a hacer las maletas. Alfonso Guerra asumido por su antagonista: quien se mueve, no sale en la foto. Otra paradoja en un país de paradojas permanentes.

Llamada a las calles

Aquel recién estrenado presidente que hablaba catalán en la intimidad y luego convirtió al nacionalismo catalán en su principal diana, aquel joven que escribió contra la Constitución para pasar a defenderla como tablas inmutables de la ley, el negociador con ETA que años después quiso atribuirle al terrorismo vasco la matanza de Atocha, funde ahora el clamor de un país que repudiaba tanta sangre y plomo con la demanda de amnistía del solo locuaz independentismo catalán. Y de la mezcla sale una convocatoria para volver a la calle dos días antes del debate de investidura, que el líder de su partido parece que no conseguirá.

Poniéndose así la venda antes que la herida, para prevenir antes que curar, el PP ya juega a oposición antes que al Gobierno que reclama. Y todo a causa de una exigencia de borrón y cuenta nueva para los condenados y acusados del 'procés' a través de una hipotética ley de la que nadie conoce el texto y sobre la que los socialistas no hablan. Nimiedades ante un clamor popular preventivo que Aznar encabeza al grito de "¡Basta ya!". 

Cuando la Diada ha mostrado la decadencia procesista, las elecciones de julio castigaron a todos sus partidos y la permanente reclamación de unidad 'estelada' resuena en salas vacías, el PP se brinda a facilitarles respiración asistida. Y regresa de la mano del gran aglutinador de la derecha española, que cedió ante Pujol eliminando la figura de los gobernadores civiles, quitándole a la Guardia Civil las competencias del tráfico en Catalunya y anulando la mili obligatoria. Pero aquello no fue ceder para ser investido. Aquello solo fue negociar.

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