Diversidad
Joan Tardà

Joan Tardà

Exdiputado de ERC.

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Cortes españolas sin migrantes catalanes

El único catalanismo exitoso ha de tener como prioridad adaptar la sociedad catalana para que tengan cabida los migrantes y no esperar pasivamente a su integración

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oficina de extranjería

oficina de extranjería / CARLOS VALBUENA

De los representantes que PSC, ERC, Sumar, Junts y el Parlament envían al Senado, no hay ninguno de origen migrante. Y en cuanto al Congreso, de los 40 correspondientes a estos partidos, solo uno es de nacionalidad adquirida por descendencia de españoles, no por el vía crucis del arraigo, que es como la inmensa mayoría de personas migrantes regularizan la residencia en el país. Cuestra creer que el dato pueda ser verdad, si se tiene en cuenta que el 20% de la población catalana es de procedencia extranjera. Pero lo es. Y también preocupante, al tratarse de partidos que aspiran a una Catalunya socialmente más justa, democráticamente más avanzada y nacionalmente, como catalanistas y a pesar de las diferencias entre ellos sobre cuál tiene que ser el encaje con España, más plena.

Las izquierdas catalanas, con cierta dosis de hipocresía, van transitando hacia el abismo de una mayor descohesión y fractura social, ya bastante evidente como consecuencia de un modelo económico dominado por la precariedad salarial y la imposición de una ideología basada en el "sálvese quien pueda". Es más, en esta legislatura se ha dado un paso atrás. Los resultados electorales de ERC han provocado que una diputada y dos plazas en el Senado, ocupadas por personas migrantes, hayan decaído. Los republicanos optaron por clonar en lugares de salida a tipologías estandarizadas de candidatos, antes que incrementar la diversidad. Y respecto a los otros partidos, todavía peor. Que PSC y Sumar, como ganadores de las elecciones y a pesar de haber obtenido más escaños que en la pasada legislatura, continúen ignorando la presencia de catalanes migrantes es lamentable. Y Junts, lo mismo.

Doy por hecho que, hoy en día, solo los terraplanistas de la política niegan que el envejecimiento de la población es y será determinante para el futuro de las sociedades económicamente desarrolladas. De igual manera que las desigualdades económicas a nivel planetario, los escenarios bélicos, la demografía y el cambio climático condicionarán los movimientos migratorios y el impacto sobre nuestra sociedad. Doy por hecho también que son los mismos reaccionarios quienes consideran que es posible una democracia de excelencia restringiendo derechos a los migrantes, que la cohesión social no es imprescindible y que de la politización del hecho inmigratorio, a la manera de Vox y Aliança Catalana y con más discreción por parte del PP, se puede sacar un gran provecho electoral (ojo con el incipiente eje “PP-colectivos latinos-confesiones religiosas”, promovido por el PP de Isabel Díaz Ayuso). Una derecha que apuesta por una sociedad fácilmente controlable gracias a la compartimentación de la multiculturalidad, que rechaza la interculturalidad basada en reconocer en el diferente la misma categoría que uno tiene de sí mismo.

Catalunya ha sido, secularmente, tierra de olas migratorias en el pasado lejano y en el reciente. Hemos salido adelante colectivamente lo suficiente como para que todavía seamos una de las naciones sin Estado del continente europeo en condiciones de sobrevivir nacionalmente, a pesar de la carencia de soberanía y la opresión lingüística y cultural.

Un escenario que hubiera sido inalcanzable sin la incorporación de la inmigración proveniente del Estado español en el siglo XX y sin el papel integrador protagonizado por las izquierdas en los años 30 del siglo pasado, a cargo de la ERC hegemónica y en la década de los sesenta y setenta por parte del PSUC. Sin el catalanismo popular, pues, hoy no estaríamos en condiciones de afirmar que el único catalanismo exitoso ha de tener como prioridad adaptar la sociedad catalana para que tengan cabida los migrantes y no esperar pasivamente a su integración, como si fuera un hecho ineludible.

El fenómeno inmigratorio 'extranjero' es reciente, de finales del siglo XX. Estamos todavía, pues, en los comienzos de la gestión de la diversidad, pero los problemas tienden a enquistarse: resistencias por parte de gobiernos municipales progresistas a empadronar, leyes de asilo y de extranjería obsoletas que todavía reniegan de la contratación en origen, irregularidades sobrevenidas, limitaciones al derecho al sufragio, negación de poderes reales y efectivos a la Generalitat de Catalunya para llevar a cabo una gestión en clave catalana... y una escasa participación de los catalanes migrantes en las instituciones (en los ayuntamientos, a los pocos que ejercen de concejales, se les adjudica de oficio el ámbito de los recién llegados). Vamos atrasados, ciertamente.

Y todavía iremos más si PSC, ERC, Sumar y Junts continúan haciendo invisible a buena parte de la ciudadanía catalana en el gran escaparate de las Cortes españolas. Así, Catalunya ni rica, ni plena ni de todos.

¡Rectificar es de sabios!

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