En los próximos 45 años

Una llamada al cambio

Las bases del giro a un sistema mundial de energía completamente distinto son firmes en las tres grandes regiones industriales de la Tierra: Norteamérica, Europa y el Asia desarrollada. Volver atrás es impensable

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45 aniversario el futuro del cambio climático

45 aniversario el futuro del cambio climático

Emilio Trigueros

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La lucha contra el cambio climático quizás sea la cuestión de nuestros días en la que más se habla del "futuro". Escenarios optimistas y pesimistas sobre 2030 o 2050, anuncios de inversiones y grandes compromisos se suceden con frecuencia; sin embargo, a la vez, las malas noticias sobre el calentamiento global no dejan de llegar… Y corre la impresión de que ya no estamos a tiempo de detener una alteración sin precedentes del clima de la Tierra, que apela a nuestra conciencia de humanidad, y cuyas consecuencias serán el presente de nuestros hijos.

Resumir la complejidad de los escenarios climáticos en unos pocos números, es, en el fondo, sencillo. La primera magnitud clave sería la concentración media de CO2 en la atmósfera que, a mediados del siglo XX, se situaba por debajo de 300 ppm (partes por millón), y hoy ha sobrepasado los 420 ppm (el límite de referencia en los modelos científicos como el ‘punto de no retorno’ al clima preindustrial es 450 ppm). La mala noticia es que, ciertamente, estamos muy cerca de esos 450 ppm; la buena, que valores de 500 o hasta 600 ppm, que figuraban en los escenarios pesimistas hasta no hace tanto, están, con la acción política en curso, prácticamente descartados.

La segunda magnitud clave que observar es el incremento de la temperatura media de la superficie de la Tierra. A finales del siglo XX, ese aumento llegó hasta unos 0,9ºC; en lo que va de siglo XXI, como consecuencia del crecimiento económico mundial, ese incremento ha superado ya 1,2 ºC respecto a los niveles preindustriales. El límite pactado en el acuerdo de París fue mantener el aumento durante el siglo XXI ‘muy por debajo de’ 2ºC, y se fijó 1,5 ºC como meta de los esfuerzos

¿Será posible mantener el crecimiento económico global al ritmo de las últimas décadas y que, a la vez, no superemos la concentración de 450 ppm de CO2 y limitemos el calentamiento global a 1,5ºC? La respuesta es… sí, con una condición.

Ola de activismo mundial

De entrada, el ‘sí’ se basa en examinar las cosas que ya han ocurrido. Los pasos dados han sido, aunque lentos, relevantes y sostenidos desde la primera Cumbre de la Tierra en 1992 hasta el acuerdo de París de 2015. A partir de 2019, una ola de activismo mundial, representada por jóvenes como Greta Thunberg o Vanessa Nakate, ha contribuido decisivamente a situar la acción climática en lo alto de la agenda de multinacionales y gobiernos. Hoy, en 2023, las bases del giro a un sistema mundial de energía completamente distinto son firmes en las tres grandes regiones industriales de la Tierra: Norteamérica, Europa y el Asia desarrollada. Volver atrás es impensable. El alineamiento entre la potencia financiera y tecnológica de Estados Unidos, el corazón industrial de Europa y los objetivos de desarrollo de China, Corea del Sur o Japón no tiene marcha atrás.

Eso no significa que no quepan recelos e interrogantes, a los que debe prestarse tanta atención como a las alertas climáticas. El recelo más inmediato es el de los países en vías de desarrollo a que se perpetúen sus dependencias. Y, en general, es lógico el temor en cualquier sociedad a que una transformación acelerada produzca crisis de precios y perjudique a distintos sectores. Hay mucho de lo que hablar, sin duda, en el camino por delante.

Pero la condición para llegar al 1,5ºC de la meta es, ante todo, mantener el entendimiento de las grandes regiones industriales en hojas de ruta y objetivos industriales; y seguir recorriendo la senda junto a todos los países firmantes de París, con la confianza creciente de quienes, al menos, caminan hacia un mismo lugar. 

Los mayores avances contra el cambio climático han llegado cuando han confluido líderes internacionales integradores, activistas con credibilidad, comunicación franca, información de calado y atención máxima colectiva a lo que está en juego. Todos esos factores son bienes públicos como el clima: la suma global de nuestras actitudes cotidianas integradoras y de diálogo es el mayor activo mundial contra el cambio climático.

Esa es la llamada.