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Emilio Pérez de Rozas
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Jorge Prado, el niño que emigró a Bélgica para ser el rey del motocrós

De 22 años, Prado es un auténtico portento en el mundo de los saltos, de los vuelos, de las arenas

Jorge Prado acaricia el cielo con solo 17 años

El joven Prado, de 17 años, flamante campeón del mundo de motocrós

Juan Prado, en el MXGP de Letonia en Kegums, en junio de 2023.

Juan Prado, en el MXGP de Letonia en Kegums, en junio de 2023. / Juan Pablo Acevedo

Jorge Prado (Lugo, 2001) fue, en efecto, el mejor regalo de Reyes que familia alguna puede desear. «No sé si es el hijo perfecto pero, desde luego, es el yerno ideal», dice su mánager Diego Muñoz, uno de los mejores fotógrafos que había, en los años 80 y 90, en el Mundial de motociclismo.

Prado, de 22 años, que lo sepan, es un auténtico portento en el mundo del motocrós, de los saltos, de los vuelos, de las arenas. De momento, es campeón del mundo de 65cc y bicampeón de MX2, la antesala al gran mundial, el MXGP, que ganará un día de estos, posiblemente el próximo mes de septiembre.

Lo de Jorge, perdón, lo de la familia Prado García, lo de papá Jesús, mamá Cristiana y la joven Cecilia («no me gusta nada el motocrós pero yo, por mi hermano, hago lo que sea”, dice la estudiante de márketing), es digno de alabar aunque muchos, sin duda, como reconoce Jesús, «pueden pensar que estamos como auténticas cabras».

Cuando Jorge tenía 10 años y, por vez primera en la historia de las carreras, una marca, la fabulosa, rica y campeona KTM, se atrevió a contratar al primer niño-campeón, los Prado García desmontaron su casa gallega y se instalaron en un pueblecito, llamado Lommel, en la frontera entre Bélgica y Holanda.

Y allí han estado instalados los Prado García añadiendo al español, inglés, francés e italiano que ya chapurreaba Jorge («bueno, todos con un gracioso acento gallego», dice el joven) un idioma más, el holandés. Eso sí, la familia, en el último año, se ha dividido aunque se ven cada semana.

Mamá Cristina y Cecilia siguen en Lommel, Jesús y Jorge están en Italia, concretamente en Roma, donde Jorge vive con Montse, su pareja, y papá en un piso del equipo GasGas, firma hija de KTM para la que corre Prado, por aquello de su vinculación a la firma catalana.

Jorge empezó a jugar con una moto de trial que le compró su padre. En cuanto se pasó al motocrós, se convirtió en el ‘puto amo’. A los 7 años, ganó su primera carrera; a los 8, ya era campeón de Madrid; a los 9, campeón de España; a los 10, campeón del mundo de 65cc; a los 15, hizo podio en su primer GP de MX2 (Assen-2016), frente a pilotos tres, cuatro y hasta cinco años mayores que él; a los 16, ya ganó su primer GP de MX2, en Trentino-2017.

«Yo empecé haciendo motocrós y tengo una especial debilidad por esta especialidad, aunque tengo que ir con cuidado porque es peligroso», comenta Marc Márquez, ocho veces campeón del mundo de velocidad. «Que Jorge esté a punto de ser campeón del mundo de la categoría más grande del motocrós es importantísimo para nuestro motociclismo y, sobre todo, es la recompensa que se merece una familia y un niño que lo arriesgaron todo para cumplir su sueño».

Márquez ha coincidido un par de veces con Prado y tiene la sensación de que «Jorge va a disparar el motocrós en España». Quien está convencido de ello es José Luis Martínez, excampeón de España de motocrós y que, desde hace un montón de años, es el asistente personal y entrenador del ‘nen de Cervera’. «Yo cada año organizo un par de cursillos de motocrós en Castellolí. Y cuando Jorge tenía 10, su padre lo inscribió en uno de ellos. Por la mañana estaban los mayores y, por la tarde, los niños, pero Prado se pasó todo el día allí. Yo no sabía quién era, pero no paraba de preguntarme cosas técnicas».

El caso es que llegó el momento de subirse a la moto. «Y yo, nada más ver como aquel renacuajo ponía la moto en marcha con una certera y potente patada, llamé a mi padre y le dije ‘papá, no le quites el ojo a ese mocoso’. Y puedo jurar que tanto mi padre como yo, que hemos visto de todo en este mundo, no habíamos visto nada igual. Era un portento, por la tierra, en el aire, en las curvas, poseía una técnica única, volaba en los saltos, no se descompensaba en ningún movimiento, ¡uf! ¡un prodigio!».

Luego, papá Everts y su hijo Stefan, dos auténticos genios y campeonísimos de la especialidad, lo tuvieron en otro cursillo, este ya de KTM, en Castellón y fue cuando lo ficharon. «Es muy, muy bueno. Yo siempre le digo lo mismo: sé una roca, como lo fui yo, y serás el mejor”, explica el campeonísimo Everts. «Ya es una roca», dice Diego Muñoz.

«Cuando tú ves a Jorge en la moto es como si vieses a Leo Messi conduciendo la pelota», dice Rubén Tureluren, antiguo mecánico del campeonísimo holandés Jeffrey Herlings, con un ojo especial para los genios.

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