Ágora
Roger Pallarols

Roger Pallarols

Director del Gremi de Restauració de Barcelona

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Inseguridad en Barcelona: lo que de verdad importa

La ciudad lleva demasiado tiempo sumida en una pandemia de robos y agresiones que la población sufrimos con resignación y que se ceba con especial ahínco en las personas más vulnerables

Desarticulada una red que cometió 40 robos por el método del abrazo amoroso

Hace apenas un par de meses, una persona muy allegada a mí sufrió un robo en el metro: dinero en efectivo, tarjetas, las llaves de casa, el móvil, etc. Al que le haya ocurrido sabe perfectamente el rosario de gestiones que acarrea el incidente. Ello en el mejor de los casos, es decir, cuando no se han llegado a producir lesiones físicas. Pero, incluso así, lo peor es la sensación de vulnerabilidad y de desamparo que se adueña de la víctima, agravada cuando se trata de una persona mayor. Por otro lado, estos días escucho a demasiadas personas cercanas comentar escandalizadas la cantidad de móviles que están siendo arrancados de las mismas manos de sus propietarios en plena calle y a cualquier hora del día. Y la cosa no acaba ahí: el pasado 6 de agosto unos delincuentes consiguieron arrebatarle el bolso de un tirón a una persona de mi familia. 

La última encuesta de victimización lo refleja: uno de cada cuatro barceloneses admite haber sido víctima de un hecho delictivo durante el último año, una proporción elevadísima que supone un incremento del 2% respecto al ejercicio anterior. Barcelona lleva demasiado tiempo sumida en una pandemia de robos y agresiones que la población sufrimos con resignación y que se ceba con especial ahínco en las personas más vulnerables, turistas incluidos. La profesionalidad y la empatía que tanto los cuerpos policiales como el personal sanitario dispensan a la abrumada víctima son de agradecer. En el último año, las detenciones han aumentado en casi un 25%. La Guàrdia Urbana y los Mossos d’Esquadra son conscientes de la magnitud del problema y, cuando se confía en ellos, saben cómo actuar. 

Quienes no parecen tenerlo tan claro son nuestros dirigentes políticos: demasiados años mirando hacia otro lado o relativizando el demoledor impacto que la inseguridad genera en el ánimo de los ciudadanos. En demasiadas ocasiones, parece que sus prioridades sean otras, ajenas a los asuntos que verdaderamente preocupan a la gente. Prefieren dedicar su tiempo a empresas tan estériles como diseñar reformas urbanas que dificulten la instalación de terrazas o cuestionar iniciativas privadas que han servido para dinamizar espacios abandonados. Mientras tanto, la crisis de seguridad amenaza con cronificarse. Y no caigamos en el error de pensar que afecta al distrito de Ciutat Vella en exclusiva (lo cual ya sería grave de por sí): el tirón del que les hablaba sucedió en la rambla del Poblenou, un domingo por la tarde. Asumo, de entrada, mi torpeza: al encontrarme con este familiar en la comisaría, le reproché: “pero ¿por qué has salido de casa?”. Inmediatamente me di cuenta de que quien estaba equivocado era yo: ¿en qué momento llegué a normalizar que la víctima es culpable de su desgracia? “Solo quería dar un paseo”, me respondió. 

Eso mismo, pasear, es lo que hacía la mujer que tristemente perdió la vida en la plaza Emili Vendrell, tras desplomársele una palmera. El hecho, se mire como se mire, es gravísimo, en parte porque no es la primera vez que ocurre: hace tres años, en agosto de 2020, una palmera de la Ciutadella mató a un hombre de 41 años. En un primer momento, los técnicos municipales no acertaban a explicarse lo sucedido en el Raval y calificaban los hechos como fortuitos e imprevisibles; luego, se ha apuntado que la falta de riego causó el deterioro de la maldita palmera. De ser así, interesa saber quién tomó la decisión de ignorar este factor de riesgo y de seguir sin regar estos árboles en concreto para, a continuación, depurar las responsabilidades pertinentes. La opinión pública debe saber que la cúpula de Parques y Jardines prefiere dedicarse, por ejemplo, a hostigar a los restauradores que se encuentran al frente de los chiringuitos de las playas, que han venido recibiendo, y no exagero, una inspección de media a la semana. ¡Para esta hazaña sí que hay medios!

Qué decir, por último, de los autoproclamados líderes vecinales. No los busquen en estos asuntos tan mundanos de los que les hablo: ni están ni se les espera. Ni la palmera asesina ni la ola de hurtos, robos y delitos que venimos padeciendo han merecido reacción alguna por su parte. En los temas que de verdad importan a la ciudadanía, están como las musas a las que cantaba Serrat: de vacaciones. Y no solo en agosto.