Tablero internacional
Georgina Higueras
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China escucha a EEUU desde Cuba

Mientras EEUU se dedicaba a sus guerras contra el terror, Pekín fue ocupando el vacío que dejaba Washington en su patio trasero

Jinping Díaz-Canel

Jinping Díaz-Canel

La revelación por el 'Wall Street Journal' de la "base secreta del espionaje chino" en Cuba ha desencadenado ríos de tinta y todo tipo de improperios, pese a que la Casa Blanca ha reconocido que la base se estableció en 2019, durante el reinado de Trump, y que Biden lo supo poco después de iniciar su presidencia. Todo apunta a que se trata de una estación de escucha que permite a Pekín mejorar su capacidad de monitorear las comunicaciones en EEUU, incluidas algunas frecuencias de radio que no se pueden captar a miles de kilómetros de distancia.

En realidad, sorprende poco que China haya decidido incrementar la vigilancia de su rival, cuando miles de analistas a uno y otro lado del Pacífico consideran 'inevitable' la guerra entre las dos superpotencias. La decisión es incluso comprensible si se observa el enorme número de bases militares estadounidenses que rodean el territorio chino: desde Japón a Australia, pasando por Corea del Sur, Filipinas y Tailandia.

Hundida en una profunda crisis económica, que agrava el bloqueo decretado por EEUU contra la isla desde el triunfo de la revolución, Cuba ha encontrado en China el socio que fue en tiempos la Unión Soviética. La osadía china, sin embargo, no ha llegado tan lejos como para estacionar misiles nucleares. La estación de escucha no amenaza la seguridad de EEUU, ni siquiera aunque sirva, con la supuesta ampliación detectada ahora, para la guerra cibernética o electrónica.

Cuba fue, en 1960, el primer país de América Latina en establecer relaciones diplomáticas con la República Popular, que hoy es el segundo socio comercial de la isla después de Venezuela. Durante la visita en noviembre del año pasado, del presidente Miguel Díaz-Canel a Pekín, China donó 100 millones de dólares y se comprometió, para ayudar a paliar el duro golpe que asestó la pandemia al país caribeño, a estudiar una reestructuración de la deuda y a apoyar la construcción de un parque eólico y otro fotovoltaico.  

La relación chino-cubana es un claro ejemplo de la estrategia de Pekín en América Latina, si bien la cooperación en materia de inteligencia solo se ha establecido también con Argentina, donde China tiene una plataforma de monitoreo espacial.

Desde principios del siglo XXI, mientras EEUU se dedicaba a sus guerras contra el terror, Pekín fue ocupando el vacío que dejaba Washington en su patio trasero. China encontró en América Latina las materias primas –petróleo, soja, azúcar, cobre, carne y otras– que necesitaba para su desarrollo y para alimentar a su creciente población. Además, la región compraba sus productos manufacturados de bajo precio y era terreno propicio para la construcción de infraestructuras.

China es ahora el principal socio comercial de Brasil, Chile, Perú, Argentina y Uruguay, y ha extendido sus redes de comunicación 5G por toda América Latina. En la última década, ha invertido en la zona 100.000 millones de dólares. El comercio bilateral alcanzó el año pasado 469.000 millones y, según el Oxford Business Group, en 2035 supondrá el 25% del total de los intercambios comerciales de América Latina, 700.000 millones de dólares.

La relación política es también muy importante, con un posicionamiento de la mayoría de los países de la región cada vez más independiente de los dictados de Washington, lo que con frecuencia facilita que apoyen la posición de Pekín en Naciones Unidas y otras instituciones internacionales, aunque ninguno quiere una nueva división del mundo en bloques que les exija un alineamiento. Los grandes emergentes latinoamericanos, con Brasil y México a la cabeza, prefieren la actual situación que les permite mantener unas estrechas relaciones con ambas superpotencias y obtener mayores beneficios.

La estación de escucha china en Cuba recuerda al centro radioelectrónico de Lourdes, la mayor base del espionaje soviético fuera de sus fronteras, donde llegaron a trabajar más de 2.000 técnicos y militares soviéticos, construida en las afueras de La Habana en 1964 y desmantelada por Rusia en 2002. Moscú pagaba por su arrendamiento 200 millones de dólares anuales.

Los medios estadounidenses sitúan en "miles de millones de dólares" lo que China aportará a las flacas arcas cubanas. Biden no ha querido hacer mucho ruido contra esta base, pero los avances de Pekín por América Latina inflaman la política antichina y el griterío de quienes ven peligrar la hegemonía de EEUU.

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