Entrevista

Emilio Tuñón: "Mi intención es mejorar la vida de las personas que habitan mi arquitectura"

Es el más reciente Premio Nacional de Arquitectura (2022), elogiado por su capacidad de diálogo y respeto hacia el entorno. Nació en Madrid, el benjamín de 10 hermanos, enero de 1959. Acaba de inaugurar el último y grandioso proyecto del que fue su estudio junto al fallecido Luis M. Mansilla, la Galería de las Colecciones Reales, allí donde Madrid tuvo su origen en el siglo IX: “Quizás el último edificio de la tradición de arquitectura reposada, en la que el tiempo acaba siendo un material de construcción” 

Emilio Tuñón

Emilio Tuñón / José Luis Roca

Elena Pita

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La Galería es la última obra que firmó con su socio y ‘alter ego’, Luis M. Mansilla (fallecido en 2012). ¿Una emoción agridulce?

La verdad es que sí. Impresiona después de haber trabajado tantos años en este proyecto con él. Y coincide con el 25 aniversario de nuestra primera obra, el Museo de Zamora, que será en septiembre. Condensan ambos acontecimientos toda una época de mi vida. Han pasado 11 años de su fallecimiento y lo sigo echando tanto de menos…

¿Qué hacían un poeta (Mansilla) y un pintor (Tuñón) montando un estudio de arquitectura?

Tuvimos muchas dudas, pero después de 10 años trabajando con Rafael Moneo pensamos que deberíamos asumir ciertas responsabilidades. Lo hicimos creyendo que sería temporal, lo que resultó cierto, porque al final nada es permanente.

Pese a su vena artística, ¿usted se siente más técnico?

Sí, más ingeniero. Las escuelas de arquitectura vienen de dos mundos: de las bellas artes o línea francesa, y de la politécnica, anglosajona. La escuela de Madrid, a la que pertenezco, estaba en principio asociada a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando pero luego se integra en la Politécnica.

¿Con la que usted se alinea más?

Sí, bueno, yo soy ingeniero.

¿Sigue existiendo esa rivalidad entre ambas profesiones?

Son dos lenguajes diferentes que responden a dos formas de ver la vida o de pensamiento. Mi vocación es más politécnica, cómo optimizar las técnicas, los materiales, las estructuras…

¿Más o menos lo que Gaudí ignoró?

Gaudí es un caso único, por poliédrico. Los artistas avanzan el pensamiento hacia el futuro y tienden a ser egocéntricos en su forma de ver el mundo. El arquitecto en cambio trabaja para la sociedad y el entorno: es un servidor público. A todos nos encanta Gaudí, pero no veo su lenguaje aplicable a nada que yo trabaje.

Tuñón, ¿asume la Galería de las Colecciones Reales como una meta final o logrará superar este proyecto?

Una pequeña casita en un lugar remoto puede tener tanta arquitectura como un rascacielos en Nueva York. Acabamos de ganar un concurso en Maastricht para convertir una nave industrial en centro de artes escénicas, residencia y vivienda social, que ocupará 40.000 metros cuadrados. Pero algo como este museo, en un lugar tan emblemático, no, nunca se repetirá. Es un punto final a 24 años de trabajo, mientras la vida sigue.

¿Cómo han cambiado la sociedad y la cultura en estos 24 años?

En arquitectura supuso la aparición de la generación de los procesos, que cambió lo artesanal por la herramienta informática y por tanto los lenguajes de definición, lo que conlleva una aceleración del tiempo y una cierta comercialización. Este edificio es quizás el último de la tradición de arquitectura reposada en la que el tiempo acaba siendo un material de construcción.

Usted, que es un abanderado del diálogo, ¿no percibe que hay mucho menos diálogo y más crispación?

Todo se ha polarizado, es cierto, quizá tengan que ver los medios de comunicación y las redes sociales. Pero nuestra arquitectura de la conversación y el tiempo todavía es posible.

¿Qué podrían hacer aún el urbanismo y la arquitectura para aliviar la mala vida en nuestras grandes ciudades, esta contaminación de todo tipo?

¿Mala vida? Soy un forofo de la ciudad, que considero el lugar de las oportunidades. Especialmente aquellas cuyo origen es el mercado y el intercambio. Las personas y los políticos se van concienciando del cambio necesario, reducir la circulación rodada, buena infraestructura de transporte público, mayor densidad verde, aceras anchas... Hay que tender a la ciudad de los 15 minutos, donde, organizándose por barrios, se acceda andando a todo tipo de oficio y comercio. Mi gran defensa de esta ciudad múltiple la practico en vida: calculo las distancias, de hasta una hora, y me preparo para llegar caminando, pensando. Es una gran mejora que recomiendo.

Uno de los objetivos de esta obra era acercar la historia de nuestra monarquía a los ciudadanos, y se ha inaugurado cuando la institución real es más cuestionada que nunca. ¿Casualidad u oportunidad?

Esto se debe a la presidenta de Patrimonio, Ana de la Cueva, que vio que había que acabar el edificio ya. Fue la madre que todo proyecto necesita. Las colecciones abarcan de los Trastámara a Isabel II: el gusto de los monarcas se manifiesta en la forma en que coleccionaban. La exposición es temporal, muestra 650 obras de un total de 170.000.

Tuñón, sostiene que su arquitectura ha llegado a cambiar a quien la habita (se lo dijo a Anatxu Zabalbeascoa en referencia a Atrio, Cáceres). ¿Me lo explica?

Los arquitectos de las vanguardias quisieron cambiar la sociedad a través de la arquitectura, pero esto nunca se produjo, porque no tiene esa capacidad de cambio la arquitectura, aunque sí la de representar. Mi intención es ayudar a mejorar la vida de las personas que habitan mi arquitectura, y cuando se vive mejor, se cambia un poco.

¿Qué es el respeto en arquitectura?

El arquitecto ha tenido con frecuencia la tentación de ser un demiurgo, de construir desde la nada, y esto es siempre mentira: se construye a partir de lo existente, y hay que respetarlo, conservando sus valores y potenciándolos.

También dice que la arquitectura tiene música. ¿Cuál sería la música de su obra?

Satie, probablemente: somos muy lentos.

Me decía el escritor Juan Villoro que hay que esforzarse mucho para que el resultado parezca natural. ¿Y si cambiamos literatura por arquitectura, diría usted lo mismo?

Totalmente. Hay cierta arquitectura que quiere hacer gala de la dificultad, lo complicado. Nosotros no somos partidarios de hacer sufrir; al revés, queremos que la gente lo aprecie como si fuera natural, sencillo, y esto es precisamente lo que conlleva muchísimo esfuerzo en cada detalle.

Tuñón, resulta que usted ahora da clases para aprender. Es la primera vez que escucho esto de un profesor. ¿Humildad suprema?

(Se ríe). La simple enunciación de la humildad lleva consigo vanidad y soberbia. No, es algo evidente: cuando eres joven das mucho más, y al hacerte mayor recibes mucho más de la gente más joven, sean profesores o alumnos. Es en la conversación del bar de la escuela donde más se aprende, porque los estudiantes de arquitectura suelen tener intereses culturales muy diversos y el conocimiento se va interconectando.

Fue usted el último de 10 hermanos, ¿el eterno pequeño de la casa, eterno benjamín y príncipe?

Sí, para qué lo voy a negar: está bien ser el pequeño, además te confiere esa sensación de ser siempre más joven que los demás, hasta que te das cuenta de que no es así, de que ya no eres una joven promesa. En una familia numerosa te haces resistente.

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